RIVAR Vol. 5, N° 13. Enero 2018: 78-97.
Artículos
Inmigración alemana en Uruguay. Los inicios y temprano desarrollo de un establecimiento agropecuario modelo: Los Cerros de San Juan (1854-1929)*European Inmigration in Uruguay. The Beginnings and Early Development of an Agricultural Establishment Model: Los Cerros de San Juan (1854-1929)
Alcides Beretta Curi**
**Profesor titular en régimen de Dedicación Total y Coordinador de la Sección de Estudios Agrarios del Centro de Estudios Interdisciplinarios Latinoamericanos “Prof1. Lucía Sala”, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República, Uruguay. Investigador Nivel III (ANII: Sistema Nacional de Investigadores). Correo electrónico: alcides.berettacuri@gmail.com
Resumen
El artículo aborda el emprendimiento agropecuario Los Cerros de San Juan, en el departamento de Colonia, creado por empresarios de origen alemán en el Uruguay de mediados del siglo XIX. La experiencia es presentada en el contexto de la inmigración europea y las iniciativas que desarrollaron algunos empresarios, en un país cuya producción principal radicaba en el agro, fundamentalmente la ganadería. Si bien la creciente inserción del Uruguay en el mercado internacional estimuló la constitución de una corporación de terratenientes innovadores que impulsaron la transformación del agro, los establecimientos con producción diversificada (agricultura, ganadería, forestación, agroindustrias, etc.) no fueron numerosos y encontraron serias dificultades para su progreso. En vísperas de la Gran Guerra europea, sus posibilidades de desarrollo parecían haber agotado un ciclo. A su vez, la aprobación de una legislación impositiva (impuestos a las herencias, a las sociedades anónimas, etc.) fue percibida por los terratenientes como hostil y desalentadora para sus intereses, lo que explica que los propietarios de estos establecimientos optaran por su liquidación.
Palabras clave: inmigración europea, inmigración alemana, agropecuaria diversificada.
Abstract
The article discusses agricultural entrepreneurship Los Cerros de San Juan, in the Department of Colonia, created by business people of German origin in the Uruguay of the mid-nineteenth century. The experience is presented in the context of European immigration to the Uruguay and the initiatives that some entrepreneurs, developed in a country whose main production lay in agriculture, mainly cattle. While the increasing inclusion of the Uruguay in the international market, stimulated the formation of a corporation’s, innovative landowners that drove the transformation of the agricultural sector, establishments with diversified production (agriculture, livestock, forestry, agro-industries, etc.) were not numerous and found serious difficulties for their progress. On the eve of the great European war, its possibilities for development seemed to have exhausted a cycle. At the same time, the adoption of tax legislation (tax inheritances, corporations, etc) was perceived by how hostile and discouraging landowners for their interests, which explains that the owners of these establishments opted for its liquidation.
Keywords: european immigration, german immigration, diversified farming.
Introducción
A mediados del siglo xix Uruguay era un pequeño país, despoblado, con una economía impactada por una prolongada guerra civil (1839-1851). En los 187.000 km2 se ubicaba, desigualmente distribuida, una población que el censo de 1852 establecía en 132.000 habitantes. Montevideo, capital y principal puerto del país, contaba con 34.000 personas. En menos de una década y resultado de la inmigración europea y el crecimiento vegetativo (censo 1860) la población del país alcanzaba la cifra de 221.000 individuos, trepando al millón de habitantes al cruce del 900 (censo de 1908); en tanto en ese lapso, Montevideo transitaba de los 45.000 a poco más de 290.000 personas.
Una economía agraria -esencialmente ganadera- generaba recursos para la alimentación de la población y los principales rubros exportables: cueros, tasajo y, desde la década de 1860, lana. A inicios del siglo XX se instaló el primer frigorífico, abriendo una nueva oportunidad para las exportaciones, que lograron llevar las carnes locales al mercado europeo.
Finalizado el episodio bélico en territorio uruguayo (1851), inició un proceso de recuperación económica. El restablecimiento de la paz operó en modificar la composición de la clase dominante, en especial del estrato terrateniente, con la incorporación de europeos. Estos nuevos miembros eran portadores de una iniciativa empresarial afines a la mentalidad burguesa de las economías capitalistas europeas. Uno de sus objetivos fue eliminar las revoluciones de los caudillos que no solo dañaban la actividad productiva sino que aseguraban la pervivencia de comportamientos disfuncionales a las economías que buscaban implantar. Igualmente, fue un objetivo el definir y garantizar la propiedad privada, creando así la Asociación Rural del Uruguay (ARU) -fundada en 1871- al promover el cercamiento de los campos, la sanción de un Código Rural, la creación de una policía de campaña, entre sus principales iniciativas.
En síntesis, desde la segunda mitad del siglo xix se asiste a una creciente extranjerización de la clase terrateniente. En su mayoría no se trata de inversores radicados en Europa sino de hombres que se establecieron en territorio uruguayo, invirtieron en tierras y otros negocios, pasaron a integrar los cuadros de las clases dominantes locales y, no pocos, de las élites dirigentes.
Inmigración europea y actividad agropecuaria
Europeos de diversa procedencia se convirtieron en propietarios de estancias, dedicándose a la producción ganadera exclusivamente, importando animales de pedigrí, mestizando el ganado vacuno, iniciando la cría del ovino. Una minoría de estos grandes terratenientes inició establecimientos diversificados que, además de ganadería, desarrollaron agricultura diversa y algunas actividades agroindustriales (aceite de oliva, vino, conservas, dulces, carnes, etc.).
Algunas consideraciones previas
El presente artículo es un avance de investigación sobre establecimientos agropecuarios con producción diversificada, creados en la segunda mitad del siglo XIX en Uruguay. Se presenta el caso de Los Cerros de San Juan, adquirido por empresarios alemanes originarios de Bremen. El estudio se sustenta en documentos procedentes de dos archivos principales: el viñedo y bodega Los Cerros de San Juan, y otro principal, perteneciente al señor Federico Lahusen, del que se autorizó la consulta únicamente a varios informes, memorias y notas, que se detallan al final del texto.
Este no es un estudio sobre la historia de este establecimiento que, con otras características, perdura luego de siglo y medio. Es parte de una investigación mayor en curso, que cierra a fines de los años de 1920, coincidiendo con una coyuntura crítica que Los Cerros de San Juan afrontaba desde hacía década y media.
Finalmente, advertir que no se trató de un proyecto agropecuario concebido en su totalidad desde el inicio de la inversión. La incursión de la familia Lahusen en el Río de la Plata fue subsidiaria de un programa empresarial mercantil e industrial, con intereses en varias ciudades y países europeos, que buscó el acceso directo a países productores de lanas. Desde este objetivo perentorio resultaron otras actividades productivas y mercantiles, oportunidades que los empresarios detectaron en la región y aprovecharon.
Proyectos diversificados y mercado regional
La mayoría de los terratenientes ingleses, escoceses, irlandeses y algunos norteamericanos permanecieron afines a la ganadería. Varios migrantes de origen italiano encararon diversos proyectos, como Paolo Delucchi (Moneglia, 1840-Montevideo, 1894) instalado en el sector mercantil, miembro de los elencos de la Cámara de Comercio Italiana (CCIM) y del Banco Italiano del Uruguay (BIU). Terrateniente y molinero, inició en el departamento de Canelones un establecimiento agrícola de referencia. Ya Buonaventura Caviglia (Castel Vittorio, 1847-Montevideo, 1927) llevó adelante uno de los emprendimientos agropecuarios más ambiciosos en el departamento de Soriano (Beretta Curi, 2009). Luigi Podestà (Sestri Levante, 1837-Montevideo, 1900) propietario del Molino del Comercio, en 1885 adquirió una granja de 60 has en Las Piedras para la producción de frutas, hortalizas, vides y olivos. Fue fundador y primer Presidente de S. A. de Alumbrado a Luz Eléctrica La Uruguaya y del BIU, e integró la Comisión Directiva de CCIM. Emprendimientos similares fueron encarados por hombres de otro origen, como el vasco francés Pascual Harriague (Hasparren, 1819-París, 1894), involucrado en la explotación de piedras semipreciosas, ganadería, comercio, negocios navieros y una de las figuras referentes de la vitivinicultura uruguaya (Bonfanti, 2016).
La inmigración alemana, irrelevante en las cifras de los europeos radicados en Uruguay, fue sin embargo destacada en sus desempeños empresariales urbanos, principalmente comercio y finanzas, pero también en el naciente sector artesano-industrial. Presentes en el agro, en una producción tradicional como la ganadería, concurrieron a los progresos de la mestización bovina y la cría de ovinos de pedigrí. No estuvieron ausentes los emprendimientos agroindustriales, pero estos afrontaban un incierto futuro en los estrechos márgenes del mercado uruguayo. Tal limitación originaria explica que se trató de proyectos viables en la medida que incluyeron el litoral argentino del río Uruguay como un “mercado ampliado” y buscaron insertar algunos de sus productos -por ejemplo, el vino- en las redes mercantiles que operaban desde Buenos Aires (Mourat, 2001; Beretta Curi, 2009; Bonfanti, 2016). En estos emprendimientos, los establecimientos alemanes compartieron similares problemas y destinos que los desarrollados por otros empresarios europeos.
La inmigración alemana en Uruguay
Antes de 1870 no existía estadística unificada de los Estados alemanes. Desde 1871 comenzaron a publicarse datos sobre ingresos y salidas de personas, que se ampliaron en los años siguientes, incorporando nueva información (Kellenbenz y Schneider, 1976). La emigración alemana se orientó preferentemente hacia Estados Unidos donde, en el período comprendido entre 1835 y 1914, concentró más del 80% del total de emigrantes alemanes. En América del Sur, los destinos principales fueron en primer lugar Brasil, y luego Uruguay, Argentina, Perú y Chile (Vera de Flachs, 1994). Entre 1871 y 1914 emigraron alrededor de 108.000 alemanes hacia América Latina (3,7% de la emigración alemana transoceánica total), de los cuales, 51.000 lo hicieron hacia países de habla española y 57.000 al Brasil (Bernecher y Fischer, 1996: 25). Después de 1871, esta corriente migratoria se desarrolló en el marco de lo que puede llamarse un “imperialismo informal” (Bernecher y Fischer, 1996; Forbes, 1978).
La dimensión de la comunidad germana en Uruguay fue pequeña; desde las fuentes alemanas, entre 1871 y 1914 se cifró a 305 personas del total de 4.489.427 alemanes que abandonaron su país entre ambas fechas (Vera de Flachs, 1994: 80-82). Varios estudios han reparado en diferencias importantes suministradas por los registros europeos y americanos, explicable porque la contabilidad de los datos resultaban de las salidas por puertos alemanes (Bremen y Hamburgo, principalmente) pero no siempre incluían la salida de alemanes por puertos extranjeros. En el caso de Uruguay, Medina Pintado aporta datos considerablemente alejados de los registrados por el Reich: en 1884, de los 140.222 extranjeros radicados, los alemanes representaban el 0,48%, con 2.125 individuos (Medina Pintado, 1988: 57). Esta diferencia en las cifras puede explicarse por el tránsito de pasajeros por los puertos del río Uruguay donde, hasta el siglo XX, no se llevaba un registro de la entrada y salida de personas.
El perfil de los alemanes que emigraban se recorta del medio rural, afectando a una mayoría de agricultores (Grant, 2005), en tanto los comerciantes representaban un sector muy minoritario y su objetivo en ultramar no apostaba a una instalación definitiva.
Presencia de la inmigración alemana en el agro
Los alemanes llegados al país se insertaron en actividades diversas y llegaron a destacar como hombres de empresa. En los primeros años del Uruguay independiente radicaron en el medio urbano, y desarrollaron negocios mercantiles. Pero desde mediados del xix, visualizaron con interés la campaña, se establecieron en esta, dedicándose a los negocios agropecuarios: constituyeron la generación de los “ruralistas” (Medina Pintado, 1988: 62).
Finalmente, la presencia alemana en Uruguay está asociada a uno de los emprendimientos capitalistas más importantes en el Río de la Plata, la Liebig Extract of Meat Company (Lemco), destinada a la producción de carnes enlatadas, fertilizantes y otros productos. Si bien no se trataba de una empresa alemana -pues participaban tanto capitales germanos como británicos y belgas- la iniciativa, así como su dirección, reconocía tal origen (Lewowicz, 2016).
Un sector de esta inmigración se dedicó al comercio y las finanzas, alcanzando una posición encumbrada en la sociedad montevideana. Posteriormente, invirtieron en tierras. Es el caso de varios empresarios de Hamburgo vinculados por matrimonio con la familia Tornsquist. Hermann Roosen (Hamburgo, 1819-Montevideo, 1916) fue comerciante en Montevideo y Buenos Aires. Invirtió capitales en el agro, destacando como propietario de la estancia Santa Isabel (departamento de Soriano). Su matrimonio con Isabel Tornsquist Camusso lo vinculó a una poderosa familia empresarial. Herman e Isabel fueron los padres de German Roosen (Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, durante gobierno de Juan Lindolfo Cuestas). También encontramos a Augusto Hoffmann (Hamburgo, 1828-Montevideo, 1914), comerciante y banquero, casado con Rosa Tornsquist Camusso. Fue director y accionista de la Liebig’s Extract of Meat Company Ltd. (Quincke, 2012: 118122); invirtió en tierras, adquiriendo varias estancias en Artigas, Soriano y Florida, que totalizaban una 15 mil hectáreas (Fein, 2005: 11). Adam Altgelt (nacido en Krefeld), fue vicecónsul de Prusia en Buenos Aires a partir de 1853; se casó con Laura Tornquist Camusso. Fue además presidente del Banco Alemán-Belga en Buenos Aires.
Algunos individuos alcanzaron altas posiciones al sumar a su actividad empresarial desempeños honorarios como diplomáticos. Tal es el caso de Carlos Guillermo Diehl (Hamburgo, 1824-Buenos Aires, 1885), quien emigró a Sudamérica en 1845, residiendo en Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires. Entre 1854 y 1879 ejerció los oficios de Cónsul General alemán en Buenos Aires. Casó con Adelaida Tornquist Camusso y era concuñado de Augusto Hoffmann, Hermann Roosen y Adam Altgelt (Fein, 2005). Tres de los cuñados de Ernesto Tornquist, que residían en Montevideo, procedían de Hamburgo e integraban el activo círculo de comerciantes establecidos en ambas márgenes del Plata. Compartieron negocios, aunque sus itinerarios más tarde se separaron, constituyendo nuevas sociedades con terceros (Gilbert, 2009: 50). Otros comerciantes también derivaron capitales hacia el agro, como Carlos Behrens, Robert August Ferber, Demetrio Windmüller, o Carlos Gustavo Óscar Heber Wichelhausen (Francfort, 1822-Montevideo, 1871), quien registró un rápido ascenso social tras su casamiento con la rica heredera Clara Jackson Errazquin.
Varios de estos empresarios participaron en las iniciativas y gestiones para la creación de la Asociación Rural del Uruguay. Gustavo Heber fue uno de los fundadores, formó parte de la Comisión Iniciadora e integró la primera Junta Directiva (1871-1873), falleciendo poco después. En la convocatoria inicial concurrieron terratenientes de origen germano, como Guillermo Libie, J. Moenkeberg, Octavio Prange y Gustavo Jacobsen. H. Groscurth -terrateniente e importador de máquinas e insumos para el agro- integró la Junta Directiva durante 1897-1899. Carlos Augusto Fein formó parte de la Junta Directiva y fue su presidente en tres ejercicios consecutivos (1898-1901).
El departamento de Colonia y la agricultura
El departamento de Colonia se ubica en la zona oeste del país, con costas sobre el río Uruguay y el Río de la Plata. Fue uno de los departamentos donde a la tradicional estancia ganadera se sumó la actividad chacarera y de granja, con diversos cultivos a cargo de colonias de inmigrantes y medianos terratenientes, quienes practicaron agricultura y promovieron agroindustrias de quesos, dulces y vinos.
Fue también uno de los territorios que sufrió más duramente los efectos de la Guerra Grande (1839-1851). José Pedro Barrán y Benjamín Nahum señalan que el conflicto bélico detuvo el proceso costoso de inversión en la mestización del ganado y redundó en el resurgimiento de las viejas prácticas coloniales de destrucción bovina: el consumo de los ejércitos, las arreadas y corambres, la proliferación de los perros cimarrones, son factores que, estiman, redundaron en la destrucción de un 50% de las existencias, en tanto del restante, un tercio se hallaba alzado al retornar la paz (Barrán y Nahum, 1967). Conjugaron, además, la proximidad de la flota anglo-francesa que operaba en el Plata y la movilización de ejércitos en esa localidad, que provocaron desplazamientos de pueblos y algunos centros, como Carmelo, que sufrieron un acentuado despoblamiento. Es ilustrativa al respecto la Memoria del Ministerio de Gobierno -correspondiente al año 1852- que expresaba: “El estado del departamento, Exmo. Sr., era el más lamentable a fin del año 1848, en que empezó a gozar de alguna tranquilidad. Sus pueblos y campaña sin población y arruinada su riqueza, solo ofrecía a la vista el espectáculo más deplorable” (Barrán y Nahum, 1967: 15).
Esfuerzos repobladores y débil aliento a la inmigración europea
El retorno de la paz favoreció los proyectos para propiciar la inmigración europea en el departamento de Colonia. Durante el gobierno de Gabriel Pereira (1856-1860) se realizaron gestiones para atraer agricultores de aquella procedencia. Entre otras iniciativas, se constituyó la Sociedad Agrícola del Rosario Oriental, que, en 1858, procedió a fragmentar cuatro leguas en chacras de 36 cuadras cada una, que se pobló con 40 familias piamontesas (Acevedo, 1933: 671). Desde entonces y hasta comienzos del siglo xx, con éxitos y frustraciones, continuó un proceso de colonización por parte de los valdenses (Tron y Ganz, 1958). La presencia de la inmigración europea, particularmente italiana, fue significativa en Colonia. Los propietarios italianos, en 1908, concentraban predios de media más baja (aproximadamente 95,85 has) respecto a uruguayos y españoles, pero presentaban los índices de productividad más altos (Mourat, 1993: 273).
Frente a este temprano y débil implante de pequeños y medianos productores se aprecia contemporáneamente la instalación de alemanes e ingleses, con inversiones mayores en la compra de estancias. Entre estas iniciativas destacó el operativo llevado adelante por los Lahusen, quienes invirtieron en tierras tanto en la Provincia de Buenos Aires (Argentina) como en el departamento de Colonia (Uruguay).
La estancia Los Cerros de San Juan
Situado en el departamento de Colonia, Los Cerros de San Juan presentaba un frente de algo más de 7200 m sobre el Plata, limitado por los arroyos Miguelete (al este, con 6200 m) y San Juan (al oeste, 8700 m). La inversión se realizó en terrenos que presentaban una gran belleza paisajística. Así lo reconocía el médico alemán Karl Brendel -llegado al Uruguay a fines de la década de 1860-, quien dejó un registro interesante de la colectividad alemana en este país y que, en marzo de 1871, visitó la estancia:
Desde el cercano Cerro de San Juan teníamos una preciosa vista del río Uruguay, la isla Martín García, muy disputada por su posición estratégica que dominaba sobre los múltiples afluentes hacia la bahía del Plata, y hacia el oeste hacia la provincia argentina de Entre Ríos (Mañé Garzón y Ayestarán, 1992: 85).
La familia Lahusen
El apellido Lahusen identifica a una familia de empresarios con sede en Bremen y negocios en otras ciudades de Alemania y Europa, y con empresas agropecuarias en Hispanoamérica. Una breve referencia a los miembros de esta “dinastía” que se sucedieron en la administración de los negocios familiares permite comprender la construcción de estos emprendimientos y sus posibilidades, en la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX.
Christoph Friedrich Lahusen (Berne, Febrero 24 de 1781-Bremen, 1866), era hijo del comerciante Johann Antón Lahusen, a cuyas instancias radicó y adquirió formación y experiencia mercantil en Bremen. En esos años incorporó conocimientos en la clasificación y selección de cueros y lanas. A la muerte de su padre heredó un capital, con el cual inició actividades comerciales por su cuenta. En sociedad con su amigo Juan Antonio Prange, efectuó algunas operaciones mercantiles, instalando una destilería de alcohol, antes de compartir sociedades empresariales en el Río de la Plata. En 1821, Lahusen había adquirido un gran edificio -la Aschenburg- en Bremen, que era vivienda para su familia y depósitos para mercaderías. Cinco años más tarde ordenó la construcción de su primer barco a un astillero local (Gerhard Jantzen), ampliando su flota. En 1842 importaba especias, lanas y cueros en gran escala, iniciando una nueva etapa como armador y comerciante (Reeken, 1996).
Era una tradición de los comerciantes alemanes que sus hijos se formaran en empresas mercantiles de conocidos o parientes, de modo que su hijo Martín Christian Leberecht Lahusen (Bremen, 1820-1898), luego de estudiar en Bremen y Braunschweig, residió varios años en Inglaterra. Cuando retornó a su ciudad natal, ingresó como director en la firma C. F. Lahusen, cuyo titular, Christoph F. Lahusen se retiró en 1854. Martín C. Lahusen dio un nuevo empuje a la empresa, ampliando la flota y la red comercial.
En 1848, Jorge C. Deetjen -integrante de la sociedad Deetjen & Hughes y desde 1845 cuñado de Martín C. Lahusen- le confirió un poder general para comerciar desde y en la Argentina en nombre de la mencionada sociedad. En 1853, Martín C. incorporó a su cuñado Deetjen, a la firma Christoph Friedrich Lahusen, a la vez que determinaba como objetivo inmediato, inversiones agropecuarias en Uruguay y Argentina, teniendo en cuenta que eran países que se perfilaban como grandes exportadores de materias primas. Este interés de la familia Lahusen se correspondía con la reorientación de la economía alemana que, hacia 1840, evolucionó de un país exportador de lanas a importador de las mismas. La importación de lanas vía Bremen recién inició hacia 1860, pero en 1853, Martin Lahusen ya había adquirido para la firma de su padre, la estancia Los Cerros de San Juan, en Colonia (Reeken, 1996).
Cuando falleció Christoph Friedrich Lahusen, en 1866, la dirección de la empresa fue asumida por su hijo Martín Christian, quien incrementó la sección comercial de la firma. En 1868 realizó el primer envío de ovejas Negrette a Los Cerros de San Juan, a la vez que contrataba colonos que se afincaron en la estancia para cuidar del procreo de las majadas. Martín Christian realizó varios viajes a Argentina y Uruguay, permaneciendo en Río de la Plata hasta 1869, año en que realizó el primer cargamento de lana a Bremen. En 1873 adquirió una fábrica para peinado e hilado en Neudeck (Bohemia), alcanzando la integración de varias actividades de la firma: compra de lanas -y unos años más tarde producción propia-, exportación desde Uruguay y Argentina en buques propios y, finalmente, procesamiento de la lana en destino.
En Buenos Aires (1881), inició la sociedad Lahusen & Compañía Ltda., para el comercio de lanas y todo tipo de exportación-importación. La industria de peinado e hilado, ampliada con una nueva planta en Delmenhorst (cerca de Bremen), giró bajo la razón Nord Wolle Konzern, quedando la firma C. F. Lahusen como empresa rural dueña de Los Cerros de San Juan y a partir de 1891, de la Estancia Cochicó (Guamini, Provincia de Buenos Aires, Argentina).
De Gustav F. Lahusen (Bremen, 1854-1939), un recordatorio de su muerte lo identificaba interesado en estas tierras lejanas: “Como su señor padre Don Christian Lahusen, se interesó directamente en las ‘orillas del Plata’” (Circular Bullrich, 15 de Abril de 1939). A los 16 años radicó en un establecimiento agropecuario en Alemania y posteriormente cursó estudios de Agronomía en la Universidad de Bonn.
En 1874, con 20 años, se inició como director de la fábrica de lanas en Neudeck (Bohemia). Dos años más tarde, efectuó su primer viaje a Sudamérica, permaneciendo varios meses en Los Cerros de San Juan “para orientarse sobre la ampliación de las actividades de la firma que representaba y del Establecimiento San Juan, fundado en Colonia, República Oriental del Uruguay” (Circular Bullrich, 15 de Abril de 1939). Luego de esta breve estadía, retornó a Bremen -ya casado y con una pequeña hija-, dedicándose de lleno a la ampliación de los negocios, siempre en base a la exportación de lanas y frutos del país. En 1891, adquirió para la firma la estancia Cochicó, la cual pobló con animales de raza (Reeken, 1996).
Otros miembros de la familia integraron cuadros intermedios en la compleja estructura empresarial, como fueron Enrique y Johann Carl. Enrique Lahusen fue director de la firma Lahusen & Cia. Ltda., casándose en Buenos Aires y viviendo durante décadas en la Argentina. Johann Carl Lahusen fue director de las empresas industriales en Alemania (Reeken, 1996).
Los Lahusen y las inversiones en tierras
Desde 1854 la estancia Los Cerros de San Juan perteneció a los socios alemanes Christian Lahusen y Juan Antonio Prange,1 que compartieron varios negocios en Bremen y los continuaron en el Río de la Plata. En 1862, Prange vendió a su socio la parte que poseía de la estancia
con el objeto de que el Señor Don Martín Christian Leberecht Lahusen quede dueño exclusivo y absoluto de ello, pues que las cuentas de la sociedad han quedado canceladas y finiquitadas de todo punto, sin haber lugar a reclamación ulterior por parte de ninguno de los socios, declara por medio del presente público instrumento, que da en venta real y efectiva al indicado Don Martín Christian Leberecht Lahusen de Bremen, las siete diez y seisavas partes que tenia en la Estancia de que se ha hecho mención, con las entradas, salidas, usos, derechos, costumbres, servidumbres y demás que queda expresado, por la suma de cincuenta y cinco mil pesos (ALCSJ, Escritura: 34).
El 20 de marzo de 1878, por Escritura de Francisco D. Araucho, la estancia Los Cerros de San Juan, que figuraba a nombre de Martín Christian Leberecht Lahusen, fue transferida a nombre de su casa comercial de Bremen, C. F. Lahusen (ALCSJ, Escritura: 26-30).
A comienzos del siglo xx, Los Cerros de San Juan se transformó societariamente en Los Cerros de San Juan y Cochicó, al incorporar la estancia adquirida en 1891 en Guamini (Argentina), con una superficie de 50.000 hectáreas (AFL: G. Lahusen Memoria 1903: 1112). Hacia 1920, la sociedad incorporó -a las casi nueve mil hectáreas de Los Cerros de San Juan- otras 1.375 has de la estancia El Recreo, que perteneciera al terrateniente Tomás Bell, situada a unos 40 km (Industrias rurales: 218).
El empresario apostó a crear un verdadero establecimiento agropecuario “alemán”, e hizo venir, en 1868, varias familias de ese origen. En Cochicó dedicó más de 10.000 hectáreas a la agricultura, y unas 2000 hectáreas en Los Cerros de San Juan.
La organización del establecimiento
Inicialmente el establecimiento fue concebido como un emprendimiento agrícola-ganadero, en función de los intereses mercantiles e industriales de los Lahusen en Alemania. Es estimable que la diversificación productiva no estuvo en el proyecto inicial, y la actividad más temprana y principal fue la ganadería. Incluso, esta actividad asistió a un lento desarrollo, ya que la apuesta a mejorar la calidad genética acrecentó recién en la última década del siglo XIX. Simultáneamente se evaluó el potencial regional para estos negocios, encontrando un estímulo adicional en el proceso de refinamiento de los bovinos y la cría de ovinos en Uruguay.
El establecimiento de los Lahusen, si bien más extenso en relación a otros, como Santa Blanca -del italiano Buonaventura Caviglia-, no alcanzó la diversificación ni complejidad organizativa de este último. El programa de forestación cobró importancia en la década de 1880 y, en la siguiente, la explotación de las canteras de piedra. La agricultura, presente desde los inicios, alcanzó significación para el mercado también en esas décadas, al igual que la producción de vinos, conservas y dulces.
En síntesis, y desde la documentación consultada, puede afirmarse que se trató de un proyecto ganadero funcional a los intereses industriales y mercantiles de los Lahusen, a los que se fueron integrando paulatinamente otras actividades productivas que, inicialmente, debían atender el consumo de la población del establecimiento. Las inversiones en Argentina, permitieron visualizar oportunidades generadas en el marco de reestructura de los mercados de la región, e incorporar otras actividades productivas que configuraron un establecimiento agropecuario diversificado. Desde esta perspectiva, fue clave la visión y acción de los empresarios Martin y Gustav Lahusen.
La producción ganadera
En 1890 -año recordado por la terrible crisis que vivió el país-, Gustav Lahusen se hizo cargo del establecimiento fundado por su padre. El año siguiente inició viajes periódicos a Perth (Escocia) donde adquirió para Los Cerros de San Juan y Chochicó 300 lanares pedigrí de las razas Lincoln, Shropshire y Hampshire, además de unos 60 vacunos de las razas Shorthorn, Hereford, Angus y Durham, para mejorar la producción de leche con destino a la elaboración de quesos. A partir de 1912 realizó remates anuales de sus productos (Jacob, 2000: 130).
En 1903, Gustav Lahusen confió la dirección de Los Cerros de San Juan a Reginald Booth, casado con su hija Charlotte Lucy Anne. Bajo la conducción de Booth, el establecimiento fue uno de los principales proveedores de ganado de pedigrí como sistemáticamente se anunciaba en publicaciones dedicadas al agro (Boletín ARU, I, n° 3; 1924).
El perfeccionamiento zootécnico iniciado por los Lahusen continuó con los Booth y, periódicamente, se introdujeron nuevos planteles Hereford de pedigrí, alcanzando en 1930 a unas 3500 cabezas (Industrias rurales: 219-221). El establecimiento contaba con ganado Shorton, importándose toros de Inglaterra y varios vientres de ese país y Argentina, lo que permitió una avanzada mestización de los mil ejemplares allí existentes. En cuanto al ganado ovino, hacia 1930 se componía de unos 3000 ejemplares de raza Lincoln, mil cabezas de Hampshire y unos 500 Romneys (Industrias rurales: 219-221). En el primer decenio del siglo XX -según consta en el libro Criadores del Uruguay, de 1937- Los Cerros de San Juan realizaron una importante compra de ovinos Corriedale, crianza que debió ser abandonada por “falta de ambiente” en el país (SCCU Anuario, 2003: 46). En caballos, se importaron padrillos de las razas Trakehner y Clydesdale para lograr buenos ejemplares de trabajo.
Al cierre del año 1928, el registro de pedigrí de toros Shorton de Los Cerros de San Juan ascendía a 54, de los cuales 43 fueron importados de Inglaterra y nueve de Argentina, en tanto dos nacieron en Uruguay (AFL: Shorton Bulls, 1928). En la misma fecha, contabilizaba 115 toros Hereford importados, de los cuales 109 procedían de Inglaterra y seis de Argentina (AFL: Hereford, 1928). Un registro de la empresa, al 31 de Diciembre del año 1928 exhibía 894 premiaciones obtenidos por diversos productos del establecimiento, destacando los correspondientes a la ganadería (AFL: Premios, 1928).
La ganadería originó una importante industria derivada y Los Cerros de San Juan contó con dos talleres para la elaboración artesanal de quesos. Desde que iniciara la administración Booth se concedió atención a esta producción que alcanzó una importante demanda, y se realizaron consultas con empresas inglesas, danesas y germanas, que fabricaban maquinaria e insumos para la industria de productos lácteos (ALCSJ, Booth 1908-1909).
La actividad agrícola
La agricultura fue una de las actividades tempranas de este establecimiento. Los cereales, principalmente el trigo, ocuparon entre 1500 a 2000 hectáreas, lo que exigió una dotación de maquinaria y herramientas, importadas de fabricantes europeos pero también americanos.
Hacia 1930 los Cerros de San Juan destinaban 500 has a la producción de avena, 450 a la alfalfa, 400 has para maíz, 300 para trigo y 150 para lino. El Recreo contaba con 750 hectáreas de alfalfa y 150 de avena (Industrias rurales: 225-226).
Además, se aclimataron 250 olivos -traídos en 1900 de Italia- que el establecimiento destinó para la producción de aceite de oliva. En 1905 fueron plantados 400 alcornoques, para la elaboración de corchos requeridos en el proceso de embotellado de la bodega. Finalmente, se destinaron cinco hectáreas a árboles frutales, siendo parte de la fruta procesada como dulces y conservas (Industrias rurales: 226-227).
El viñedo y la bodega
La vitivinicultura alcanzó un rápido desarrollo en Uruguay y fue la insignia del programa de la modernización agropecuaria. Su progreso fue acompañado por la presencia de enfermedades y plagas, como el Mildíu, Oídio, etc. La filoxera fue declarada oficialmente en Uruguay en 1893, aunque se estima que ya estaba presente desde un quinquenio atrás. El viñedo del establecimiento estudiado data de fines de la década de 1880, pero desconocemos su extensión. En 1891, Lahusen procedió a replantarlo de acuerdo a las técnicas más modernas a que obligó la filoxera, a los efectos de mantenerlo inmune. Por entonces, edificó la nueva bodega sobre la estructura de una anterior de fines de la década de 1860. Procedió luego a contratar personal competente en Italia para la producción de vinos de calidad.
El nuevo viñedo de los Cerros de San Juan databa de 1891 y a fines de 1928 comprendía 30,5 hectáreas. Se plantó en un terreno pedregoso, reconocido como muy adecuado para la producción de vinos de alta calidad (Baptista, 2015).
En el Congreso de Vitivinicultura (1900), Enrique Khun, encargado del viñedo que concurrió representando a Los Cerros de San Juan, expresó:
Dicho viñedo, de ocho años de edad, extensión de treinta hectáreas de tierras pedregosa, contiene más ó menos 155.000 vides de Harriague y Bourgogne, nueva variedad, de estas hay 20.000 injertadas sobre pies americanos, Rupestris de Lot y Riparia Gloria, dando estos últimos mejor resultado en rendimientos de brotos.
La empresa había adoptado el sistema de injerto sobre pie americano -el más recomendado para prevenir la filoxera- y, en 1899 habían “sido injertados sobre mesa 31.000 pies americanos, con injertos de Bourgogne”, en tanto “2000 pies americanos fueron injertados en su lugar, dando generalmente mejor resultado en el rendimiento y fuerza de los brotos”. (Industrias Rurales: 226).
Durante la gestión de Booth, la bodega fue ampliada con la adquisición del establecimiento de Brito Foresti Hnos., en Las Piedras, fundado a fines del siglo xix (Jacob, 2000: 130).
Las 31 hectáreas de viña producían unos 200.000 kilogramos de uva, que “no alcanzan a cubrir las necesidades de la bodega, dada la gran demanda de que son objeto los famosos vinos de San Juan”, debiendo adquirir unos 120.000 kilogramos en viñedos próximos (Industrias Rurales: 226).
La producción de vinos de Los Cerros de San Juan se estimaba en unos 210.000 litros (Industrias Rurales: 226). Producía tres clases de vino tinto: Clarete, Reserva y Pinot,
además de vinos blancos y rosados. La dirección técnica del establecimiento estaba a cargo del ingeniero A. N. Galanti, enólogo italiano de relevante actividad en el Río de la Plata. La maquinaria -prensas, trituradoras de uva, bombas, etc.- se movían con energía eléctrica (AFL: Nota de Gustav Lahusen a Elias Salaris, 8 de febrero de 1912).
Forestación
Una breve memoria del señor Sixto Dutra -agente de Los Cerros en Montevideo- daba cuenta de una intensa actividad de forestación (ALCSJ: Memoria Dutra, 1929: 2-3). En la costa del río San Juan se talaron todos los árboles autóctonos y se plantaron alrededor de 1.500.000 sauces, así como mimbres que eran industrializados. Cien mil eucaliptus, de variedades Jarra y Cari -relevantes por sus maderas- fueron importados de Australia. A comienzos de siglo XX se plantaron 47.000 Eucalyptus Diversicolor y Marginata y 42.000 pinos marítimos, estos últimos como defensa en la costa, para evitar la entrada de arena a la estancia motivada por la erosión eólica (ALCSJ: Memoria Dutra, 1929: 2-3; Industrias rurales: 226-227).
Canteras de piedra y arena
El establecimiento contaba con dos canteras, cuya producción (piedras, arena y adoquines) era destinada a la ciudad de Buenos Aires para la construcción de calles durante la década de 1920. Las exportaciones hacia Buenos Aires se operaban desde dos muelles construidos exclusivamente a ese fin sobre el río San Juan, el que debió ser dragado para permitir el acceso de los buques de carga. Hacia fines de esa década el establecimiento tenía dos canteras en explotación con una extracción de 200 toneladas diarias en jornadas de 8 horas y estaba instalando una tercera, con una capacidad de producción de 300 toneladas por día de 8 horas (AFL: Informe Dutra a Caviglia s/f: 4). El equipamiento en máquinas procedía de la firma Krupp.
Religiosidad y empresa
Los Lahusen eran protestantes y adherían a un estilo de vida austero y sencillo. En 1860, Martin Lahusen envió al pastor Eberhard A. Delius a la estancia, quien ofició servicios religiosos a los arrendatarios y empleados durante dos años, y luego retornó a su país. Posteriormente, Lahusen contactó con la Congregación Evangélica de Montevideo y con los pastores de la Iglesia Evangélica Prusiana en el Río de la Plata, pero no logró asegurar el servicio religioso en su empresa. Las iniciativas de Martin Lahusen y su concurso financiero aseguraron el éxito para la creación de la Asociación Evangélica del Río de la Plata en Alemania, desde donde se brindaría apoyo a la iglesia en Argentina y luego en Uruguay.
Participaban de una ética protestante que, en el ámbito empresarial, desarrolló una veta social de corte paternalista. En las industrias que explotaban en Neudeck y Nordwolle se daba una singular importancia a la ayuda social y al bienestar de los empleados. En el predio de la planta industrial se encontraba un barrio de viviendas con hospital, sanatorios para partos, guarderías infantiles, cantinas para empleados, un gimnasio, hogar para señoritas, iglesia, lazareto, hogar para solteros, etc. (Reedek, 1996).
Bajo el mismo concepto se incluía al personal de la estancia. A inicios del siglo xx, Los Cerros de San Juan integraban un complejo habitacional compuesto por las casas para las familias de arrendatarios y jornaleros, una panadería, almacén, frigorífico, quinta de verduras, dos escuelas y servicio de corriente eléctrica.
Los Cerros de San Juan y sus mercados
La limitada documentación que ha sido posible consultar advierte la articulación con varios mercados en la región.
La producción ganadera se especializó en la venta de reproductores de pedigrí en el mercado uruguayo, aportando a profundizar el proceso de mestización ganadera en el país (Jacob, 2000).
En cuanto a la producción agrícola, los cereales tenían por destino la industria molinera del departamento de Colonia, y principalmente de Montevideo, que colocaban su producto en el mercado local y exportaban a Brasil. Sin embargo a inicios del siglo xx, la empresa comenzó a sufrir las consecuencias de la operatividad de Bunge & Born en Uruguay que, desde este territorio, buscaba controlar la industria harinera del sur de Brasil (Jacob, 1995).
La fruticultura abasteció tanto el consumo de frutas de mesa -respondiendo al enriquecimiento de la dieta alimenticia uruguaya, que se aprecia desde las últimas décadas del XIX- como a una industria de dulces y conservas, cuyo principal mercado fueron los departamentos de Colonia, Soriano, San José y Florida (AFL: Memoria Booth, 1909: 1-2).
Para la comercialización de los vinos, Los Cerros de San Juan contaba con un agente en Montevideo y otro en Buenos Aires, que eran sus principales mercados. En el mercado interno, por la calidad de sus vinos comunes y finos se aseguró una clientela, principalmente en Montevideo. Diferente fue la situación para las exportaciones, que siempre resultaron pequeñas. Luis Bértola advierte sobre un cambio operado en el desempeño exportador uruguayo a partir de 1890 y una situación relativamente estable entre 1900 y la década de 1920: “En esos años la demanda fue dinámica y la expansión y diversificación de la economía doméstica acompañó el desempeño de las exportaciones”. Luego se produjo un cambio en el nivel del coeficiente de exportaciones que no se recobraría en la posguerra (Bértola, 2000: 68-69). Además, enfrentó otra dificultad: era imprescindible ingresar por Buenos Aires para acceder al mercado argentino, ya que en esa capital radicaban las principales casas comercializadoras con sus redes de distribución en las provincias; y, en esta trama, Los Cerros de San Juan no logró una buena inserción, principalmente, porque los vinos uruguayos no eran competitivos con los de Mendoza, cuyos viñedos presentaban una mayor productividad por hectárea.
La producción de maderas abasteció estancias (postes para el alambrado), a la empresa ferroviaria, algunos emprendimientos de adoquinado urbano en ciudades departamentales, y la construcción de puentes y galpones en el medio rural.
Finalmente, la extracción de piedras atendió principalmente la demanda bonaerense y en menor medida de Montevideo.
Crisis de un establecimiento agropecuario
A inicios de 1912, Gustav Lahusen consideró que Los Cerros de San Juan se encontraba ad portas de una situación crítica. En una nota del empresario a Elias Salarí -motivada por el balance realizado en Mayo 1° de 1911- daba cuenta de las inversiones de la Compañía Rural Bremen en Argentina y Uruguay. Las utilidades se estimaban en M 213.452,46 y una deuda total de M 2.658.817,18 (AFL: nota Lahusen a Salarí, 1912: f. 2).
Desde la documentación de archivo consultada no es posible visualizar si la empresa levantó la hipoteca y canceló las deudas pendientes, pero una década y media más tarde se enfrentaba, nuevamente, a la aplicación de otras leyes que gravaban el capital y a otros problemas relacionados con la rentabilidad del establecimiento.
En enero de 1928 se publicaron varios artículos en el diario La Colonia, relacionados a la legislación de nuevos impuestos, en especial el que gravaba a las sociedades anónimas. En esa oportunidad, los directores de Los Cerros de San Juan declararon que se retirarían del Uruguay si no se reveían tales medidas, que ponían en riesgo la continuidad de la empresa. Expresaron y reiteraron que la presión tributaria se había convertido en un escollo para el normal desarrollo del establecimiento. La trascendencia de esta posición fue recogida en el Concejo Departamental de Colonia, que resolvió entrevistar al empresario y gestionar una salida a esta circunstancia (La Colonia, 28 de enero de 1928).
Desde fines de la década de 1920, Lahusen se inclinó por la venta del establecimiento al Estado, y encontraba un argumento en la proximidad al predio de La Estanzuela, que el Estado había adquirido para la investigación. Señalaba la conveniencia de hablar con el Prof. Albert Boerger -científico alemán contratado para la dirección del establecimiento-, “pues el mismo tendrá interés de trabajar en una escala más grande, y probablemente el Gobierno le daría la dirección de la agricultura en Los Cerros de San Juan” (AFL: nota de Lahusen a Dutra, s/F: 3).
Lahusen consideraba al Dr. Luis Caviglia -Presidente del Consejo de Administración, político y empresario, hijo del empresario italiano Buonaventura Caviglia- como un interlocutor clave en su proyecto de venta al Estado. Luego de una primera conversación con Caviglia, Dutra elaboró un segundo Informe, en enero de 1929, en el que se introducía una estimación del valor del establecimiento: “Es algo difícil decir, qué valor tiene un establecimiento como este, único en toda la República, pero basándose en los precios de costos y desando facilitar que quede intacto el establecimiento” se llegaba a la cifra de $2.788.045, a la cual debía añadirse la forestación para madera y los árboles de utilidad industrial (olivos, alcornoques, frutales) por valor de $ 268.865 (AFL: segunda Memoria Dutra: 4).
La gestión que Dutra realizó ante el Dr. Luis Caviglia no prosperó. En esta coyuntura, Gustav Lahusen dejó la conducción del establecimiento en manos de su yerno Reginal Booth, a quien había designado administrador en 1903. Booth logró remontar la coyuntura adversa afirmando la operatividad del establecimiento centrada en una especialización, la ganadería fina, y convirtiendo a Los Cerros de San Juan en referencia obligada en el medio. No obstante, esta especialización no afectó la naturaleza diversificada de la producción.
A modo de cierre
No es objetivo de este artículo avanzar en la historia de Los Cerros de San Juan, que tras diversos avatares y desmembramientos -una estancia ganadera, un viñedo y bodega- aún perdura, transcurridos ya siglo y medio. El artículo es avance de una investigación mayor sobre uno de los casos emblemáticos de establecimientos diversificados, como iniciativa de terratenientes innovadores en Uruguay.
En este caso, aborda un emprendimiento por parte de empresarios alemanes, asentados en el comercio marítimo y la actividad industrial en Bremen, en el Río de la Plata: la estancia Los Cerros de San Juan. En la segunda mitad del siglo xix se instrumentaron otros proyectos en el agro uruguayo, que presentaron un perfil común: usufructuar un mercado más extenso que involucraba la región (litoral argentino, sur de Brasil y, en pocos casos, Paraguay).
Es una tarea pendiente de la historiografía uruguaya el estudio de estos establecimientos agropecuarios diversificados que sortearon con escaso éxito los contextos críticos o sucumbieron, entre la primera y la segunda posguerras. La obra de Raúl Jacob ha aportado a la comprensión de este tema tanto desde la perspectiva de la reestructuración de los mercados y el nuevo rol de los puertos en la región (Jacob, 1996), como el desentrañar una nueva operatividad para un sector del empresariado uruguayo que sustituyó los proyectos productivos hacia la región por las inversiones de capitales fuera de las fronteras nacionales (Jacob, 2003).
Notas
1 Juan Antonio Prange era natural de Bremen, donde había nacido en 1824. Después de separarse de su socio Lahusen, adquirió tierras en Colonia y Soriano, así como 430 acciones de la sociedad “Prange’s Estancia Company Limited” que al momento de su muerte tenían un valor de 21.500 libras (Testamentaría Prange, en Barrán J.P. y Nahum B. (1967). Historia Rural del Uruguay Moderno, 1851/1885. Tomo 1, vol 2. Montevideo, EBO: 123-124.
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- Informe de Sixto Dutra al Dr. Luis Caviglia, copia mecanografiada, s/f.
- Nota de Gustav Lahusen a Elias Salaris; Los Cerros de San Juan, 8 de febrero de 1912.
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Recibido: 17-6-2017 Aprobado: 28-6-2017
*Proyecto “La vitivinicultura uruguaya en la región y sus raíces atlántico-mediterráneas, 1870-2010”, financiado por la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Universidad de la República, Uruguay.
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