RIVAR Vol. 5, N° 13. Enero 2018, pp. 1-7
Ana María Mateu INCIHUSA- UNCuyo
Presentación
El presente número de RIVAR está dedicado a estudiar los complejos industriales de Iberoamérica y, en especial, Mendoza y sus agroindustrias. La elaboración de este dossier representa un desafio interesante por varias razones. En primer lugar, porque se trata de la oportunidad de lograr una obra coral en donde muchos temas, perspectivas, enfoques, espacios y tiempos podrían ofrecer miradas amplias y a la vez microanalíticas sobre la provincia. En segundo lugar, porque con las investigaciones de otros países como España, Uruguay y Bolivia podrían iniciarse estudios comparativos de las distintas modalidades de inserción de los mercados en coyunturas nacionales e internacionales. Y tercero, y porqué no primero, porque quería dar a conocer las valiosas investigaciones de muchos jóvenes que trabajan en el INCIHUSA o en la UNCuyo y en otras instituciones nacionales e internacionales que han colaborado con sus trabajos e incluso han actuado como evaluadores y que en esta publicación dialogan con algunos expertos en estos temas, con altos niveles de excelencia.
Mendoza y la vitivinicultura son los ejes que articulan el dossier. Los éxitos actuales de los vinos argentinos en los mercados internacionales y las altas puntuaciones por parte de los expertos parecen opacar el largo sendero recorrido desde finales del siglo XIX. Alejada del corazón de la Argentina agroexportadora, Mendoza, su dirigencia y las políticas públicas nacionales y provinciales lograron, hace más de cien años, conformar un voluminoso mercado de vinos para abastecer el mercado interno. El sendero pareció fácil ante tantas gargantas de trabajadores argentinos y extranjeros que solo necesitaban que se aplacara su sed y se aliviaran sus duras condiciones de vida. La demanda no tuvo techo mientras los barcos siguieron llegando llenos de gente en busca de mejores oportunidades laborales. Por ello, la calidad de los vinos no fue una preocupación para la mayoría de los bodegueros, algunos de los cuales elaboraron inmensas cantidades, en también inmensas bodegas que comercializaron sus productos en los lugares más alejados del país.
Pero esta es solo una parte de la historia. Las crisis, los desequilibrios de la cadena productiva, las caídas del consumo, la conformación de entidades gremiales de primer y segundo grado, las regulaciones de la oferta y el fomento de la demanda, la fijación de precios mínimos de la uva y el vino y de los salarios de contratistas y peones durante el peronismo, la creación de Giol como empresa estatal y su posterior privatización, los duros avatares de los pequeños productores, entre otros tantos temas, forman parte del sendero recorrido por la agroindustria y que se hace presente de distintas maneras en medio de la reconversión productiva de los años 90.
Si a principios del siglo xx el crecimiento de la industria fue explosivo, así como el de su demografía, y si las viñas y bodegas inundaron el paisaje provincial ¿se podría haber llegado a un modelo más equilibrado sin necesidad de utilizar ineficaces políticas anticíclicas?, ¿la estructura productiva podría haber ensanchado sus bases para dar cabida a
los pequeños productores?, ¿cuál debería haber sido el rol del Estado y del mercado?, ¿deberían haberse valorado los saberes de los expertos que clamaron por soluciones no logradas?, ¿qué tan certera fue la opinión de Mabilleau acerca del egoísmo del productor mendocino que hacía difícil implementar un sistema cooperativo?, ¿pudo comprobar uno de los autores que aquí colaboran, a su llegada a Mendoza desde Murcia y Mendoza, las similitudes del paisaje vitivinícola?, ¿hay diferencias estratégicas entre los empresarios de origen inmigrante en Uruguay y Argentina? Y, unos años más tarde, ¿cómo se produjo la inserción en el capitalismo del oriente boliviano?
Volviendo a Mendoza y a su reciente proceso de reestructuración productiva ¿podríamos considerar los años 70 y 80 como el canto del cisne de la vieja vitivinicultura?, ¿los nuevos vientos llegaron a todos los sectores?, ¿qué pasó con los pequeños productores y sus históricos reclamos de inserción?, ¿cómo se trasladaron los cambios a la gestión empresarial y las familias bodegueras?, ¿las nuevas lógicas productivas influenciaron a las estrategias de supervivencia de las pymes a través de la frutihorticultura y a otros espacios como el Valle de Uco, donde la papa compite con el vino en la dinamización del territorio?
La “nueva” vitivinicultura tiene mucho de la vieja, cuyos rasgos endurecen las posibilidades de cambio a pesar de que la llegada a los mercados internacionales convive con un mercado interno estancado, con deslumbrantes bodegas, con la implantación de nuevos varietales y con las nuevas zonas ganadas al desierto. Dentro de esta mirada de largo alcance a lo que ha permanecido y lo que cambió, el objetivo de esta publicación colectiva es reunir investigaciones de jóvenes y expertos investigadores en ciencias sociales, a veces dispersas, y ponerlas en diálogo como inicio de futuros trabajos.
La mayoría de los problemas que acarrea la industria desde sus comienzos fueron percibidos en forma temprana, aunque desde distintas perspectivas y sin llegar a soluciones duraderas. La tensión entre saberes, expertos y políticas públicas del periodo de entreguerras constituye el eje de investigación del artículo de Ana Mateu y Gimena Iriart. A partir de la restitución de las trayectorias de dos destacados especialistas, Leopoldo Suárez y Francisco Trianes, y de su corpus de saberes profesionales, se abordaron las propuestas alternativas para superar los desequilibrios de la estructura vitivinícola. Vincular la herencia e innovación que conllevaron sus diagnósticos y conocer el rol que otorgaban al Estado en la economía provincial constituyeron los objetivos primordiales de este estudio y se planteó lo novedoso de la legislación lencinista inspirada en Suárez ante el fracaso de otras medidas regulatorias. Junto con Francisco Trianes unieron su expertise a la militancia política en un espacio provincial, disidente con el radicalismo nacional, que aspiraba a profundos cambios sociales, políticos y económicos. Sin embargo, evidenciaron algunas diferencias en sus modos de repensar la senda por la que debía encauzarse la principal actividad de la región; por un lado, Leopoldo Suárez se reveló como un defensor de la necesidad de la intervención estatal en la vitivinicultura, y por otro, unos años más tarde, Francisco Trianes criticó los intentos reguladores para la industria y afirmó la necesidad del libre juego de la oferta y la demanda. Sin embargo, existieron puntos de contacto entre sus preocupaciones, tales como la calidad del vino, la situación de los sectores más desfavorecidos de la cadena industrial, la necesidad de buscar nuevos mercados de consumo alentando la exportación.
Leopoldo Suárez se sentía el “inventor de la torta de bizcochuelo del cooperativismo”. Este controvertido tema es analizado por Juan Manuel Cerdá, quien considera a Mendoza como un caso particular por lo tardío, por lo exitoso y por sus especiales características. No recorre el largo camino de las frustraciones del sistema debido a los equívocos en cuanto a su interpretación por parte de los sectores hegemónicos de la actividad y de la política, sino que su mirada se inicia en la primera cooperativa, La Rafaelense, en 1928 en el sur mendocino, posterior a la primera ley de cooperativas de 1926. A partir de 1953 se creó por decreto el Departamento de Cooperativas dependiente del Ministerio de Economía, desde donde se promovió la conformación de más de un centenar en apenas tres años (19531955), de las cuales unas treinta fueron inscriptas como vitivinícolas. El crecimiento anual, que Cerdá muestra en un gráfico, tuvo un pico con la privatización de Giol y el traspaso de sus instalaciones a FeCoVitA. Para el autor, en cierta medida, fueron los propios productores y bodegueros quienes retrasaron la posibilidad de la creación de este tipo de entidades, y sugiere que, quizás, esto tenga que ver con cierto ideario fundacional de la vitivinicultura mendocina, asociado a la creencia de poder lograr el ascenso social a partir de un desarrollo individual, como lo hicieron Giol, Benegas o Arizu a comienzos del siglo XX. Todo un tema sobre el cual, sin dudas, se puede seguir discutiendo.
Luego, el artículo de Cándido Román Cervantes propone un análisis comparativo entre la historia vitivinícola de dos regiones agrícolas alejadas entre sí, Murcia y Mendoza, que experimentaron profundos cambios productivos a fines del siglo XIX y principios del XX. Uno de los objetivos fundamentales que anima a esta investigación es identificar las similitudes y las divergencias de ambos espacios y, al mismo tiempo, reconstruir las estrategias y respuestas de sus economías frente a los cambios en el mercado internacional y a los propios procesos de cambio basados en la diversificación de la oferta. Tomando como ejes comparativos las características de los territorios, la distribución de la superficie agraria, el uso del suelo, el tamaño de las explotaciones agrarias, el mercado de la tierra y sus modalidades de gestión, el autor intenta evaluar los procesos de convergencia en la renovación, diversificación y modernización de ambos modelos agrarios. En el recorrido de este estudio se demuestra que las dos regiones presentaron algunos comportamientos similares, aunque obedecieron a motivos y causas diferentes. Por un lado, en alguna de las variables como la propiedad de la tierra y sus modos de gestión se observa un marcado contraste entre los dos modelos; por otro, se advierte cómo en ambos casos el sistema del cereal, predominante durante la segunda mitad del siglo XIX, fue reemplazado por productos que incorporaban un mayor valor agregado: la vid, la arboricultura de regadío, los productos hortofrutícolas, los frutos secos y los productos en conserva.
Desde la historia de empresas, y en relación con la producción bibliográfica que en Mendoza hay sobre el tema, Alcides Beretta Curi nos permite conocer el caso del emprendimiento agropecuario “Los Cerros de San Juan”, de origen alemán y fundado a mediados del siglo xix, en el departamento de Colonia, Uruguay. La llegada de un gran contingente de inmigrantes europeos a territorio uruguayo trajo consigo la de empresarios que invirtieron en tierras, ganadería y diversos emprendimientos agroindustriales y que se vincularon e insertaron en los cuadros de las clases dominantes locales. La experiencia puntual que aquí se analiza comenzó con la incursión de la familia Lahusen en el comercio de lanas en el Río de la Plata y que, aprovechando las oportunidades de la región, se extendió hacia otras actividades productivas y mercantiles. El análisis incluye un estudio de las trayectorias de los principales miembros de la familia que se vincularon a este emprendimiento y, además, se focaliza en las inversiones, la organización de la empresa y sus mercados para demostrar que se trató, en sus inicios, de un proyecto ganadero funcional a los intereses industriales y mercantiles de los Lahusen, a los que se fueron integrando paulatinamente otras actividades productivas como las agroindustrias (aceite de oliva, vino), la forestación o la explotación de canteras de piedra. El corte temporal del artículo hacia 1928-1929 obedece al hecho de que la empresa se enfrentaba en esos momentos a un ciclo de agotamiento en su desarrollo vinculado, además, a la aplicación de leyes que gravaban el capital, y en especial a las sociedades anónimas. Estos factores pusieron en riesgo la continuidad de la empresa e incluso provocaron un intento frustrado de venderla al Estado.
Volviendo a Mendoza, si en los años 90 hubo un cambio productivo que alcanzó a la viña, la bodega y el mercado, cuáles fueron las causas de la crisis terminal del viejo modelo centenario. Este es el tema de la investigación de Fernández y Fili, quienes analizan como variables explicativas la caída del precio del vino de traslado, los cambios en las relaciones de poder en los mercados en donde los productores primarios redujeron su participación en la cadena de valor, la intervención del grupo Greco, el fin de la incorporación de fondos financieros con la consiguiente contracción de la inversión productiva, la generación de excedentes vínicos y la tendencia negativa en los precios. La crisis vitivinícola de 1980 no fue simplemente retracción del consumo de vinos, sino que implicó profundos cambios económicos y sociales en la actividad agroindustrial más importante de la región de Cuyo.
El fenómeno de las reestructuraciones productivas, su impacto en las empresas y en la separación entre capital y gestión es analizado por Adriana Chazarreta, que se apoya en la literatura académica dedicada a la aparición de nuevas formas de management. En este texto aparece con claridad la heterogeneidad del panorama organizacional de la actividad a partir de la década de los noventa y las distintas estrategias de coordinar la propiedad y el trabajo. La figura del bodeguero-patrón y la conformación de diversas formas societarias es un proceso que viene de lejos y que se encarna de múltiples formas en bodegas distintas en cuanto a tamaños, a antigüedad en la actividad, a procedencias de los capitales, a formas de organizar la producción, etc. Las bodegas tradicionales coexisten con las de capitales extranjeros, las grandes con las chicas, las orientadas al mercado interno con las exportadoras. En ellas, conviven las formas simples de conducción, con escasa diferenciación de funciones ocupadas por miembros de la familia fundadora; con la presencia de CEOS, que muchas veces comparten decisiones con distintas generaciones de empresarios. Solamente el proceso de diferenciación entre propiedad-gestión del capital alcanza a un 34% de las empresas vitivinícolas, y, en especial, se da en las de tamaño grande y/o que registran capital extranjero y se orientan hacia las exportaciones. Chazarreta termina su artículo destacando el anclaje cultural de nuestra industria, al señalar que existe todavía una fuerte impronta familiar aún en las empresas más grandes, que en muchos casos es valorizada y utilizada como una estrategia de marketing.
El artículo de Juan Ignacio Román estudia las pujas entre sectores socio-productivos en el funcionamiento del complejo vitivinícola posterior a los años noventa y su impacto en el análisis de las trayectorias corporativas de pequeños y medianos productores en el este mendocino. Esta mirada permite analizar cómo dichas organizaciones tienen la capacidad de conquistar ciertos beneficios y conservar y renovar algunos ámbitos de participación. A través de fuentes primarias y secundarias, destaca que la principal estrategia para formar parte del amplio sector que ha sido expulsado de la actividad consiste en entablar alianzas a partir de acuerdos comerciales con el sector de grandes bodegueros. Al interior del sector, las demandas se canalizan en protestas y en la participación y reclamos en la discusión en torno a los convenios colectivos, a los acuerdos paritarios de trabajadores agrarios y operarios de bodegas, a la corresponsabilidad gremial o a los diferimientos impositivos, en los que se disputan costos y rentabilidades que también hacen al funcionamiento del régimen. Entender estas fluctuaciones y dimensiones nos permite complejizar más aún el análisis de los cambios productivos que no fueron equilibrados ni en todas los sectores de la cadena ni en todos los espacios, especialmente en los vinculados a la producción de uvas y vinos comunes.
¿Cómo se insertaron las pymes en la reestructuración económica? El trabajo de Eliana Canafoglia analiza la dinámica industrial actual en Argentina a partir de la comparación de tres actores socioproductivos dentro del complejo agroindustrial frutihortícola mendocino, en una economía regional cada vez más vinculada a cadenas globales de valor. Para ello se focaliza en las diferentes prácticas y estrategias que las pequeñas y medianas empresas realizan respecto a las formas de obtener y apropiar ganancias en relación a otros actores económicos. Así, el artículo busca evidenciar que existen diferencias en el acceso al financiamiento y a los mercados, a las posibilidades de acumulación y de reinversión (integración vertical, adquisición de equipamiento y mejoras de calidad), a las vías de comercialización (condicionantes y precios), a las relaciones laborales y a los mecanismos de explotación de las fuerza de trabajo y a la participación del Estado. La mirada a través de las distintas estrategias del pequeño capital contiene elementos claves que arrojan luz para comprender los problemas que dicho sector tiene, tales como la falta de competitividad y la puja de precios en la que resultan perdedores. Su análisis de empresas (conserveras, vinos y aceite de oliva) permite comprender y comparar las trayectorias por las que transita el sector durante el periodo analizado.
Nuevas regiones han sido ganadas no solo al desierto sino a la montaña, con el aprovechamiento de nuevas tecnologías de riego conformando circuitos en los que el turismo se ha desarrollado con éxito. Pero no todo en el Valle de Uco es vino, y así lo demuestra el artículo de Larsimont, Carballo e Ivars, que examina la creación y despliegue de un nuevo complejo agroindustrial de papa pre-frita en la región. Resulta llamativa la pormenorización de las estrategias de una gran empresa global en un espacio dinamizado por la inversión extranjera y su aprovechamiento de las ventajas que les permiten conectar nuevos espacios productivos y de consumo, en particular el mercado brasileño. De la descripción del entramado de actores y actividades productivas, esta investigación nos permite conocer cómo sortean obstáculos a través de la flexibilidad que este tipo de enclave productivo, explicando cómo estas lógicas permiten la entrada y salida del territorio con la posibilidad de relocalizarse en otros países cuando las condiciones no son favorables. Allí es cuando aparecen fusiones, ventas, y reconfiguraciones del capital. Aunque el tema del impacto social y ambiental sobre los territorios y sobre las poblaciones locales es planteado como un problema a atender, muchos interrogantes quedan abiertos.
En otro espacio, Bolivia, y a mediados del siglo xx, el artículo de Víctor Rojas Vásquez y José Jeffs Munizaga nos muestra el desarrollo capitalista de Santa Cruz de la Sierra, impulsado por políticas keynesianas asistidas por Estados Unidos. Actualmente, Santa Cruz es la primera economía regional de Bolivia, la cual aporta un tercio al PIB y posee el índice de desarrollo humano más alto a nivel nacional. Un surgimiento que se relaciona inicialmente con su lealtad a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial y la posterior inyección de ingresos como que fueron destinados, a modo de premio, a la construcción de vías de comunicación para el desarrollo del mercado interno. Estas políticas de fomento fueron continuadas por la Revolución Nacional de 1952 con su apoyo a la diversificación productiva de, por lo menos, diez productos básicos de primera necesidad, con créditos del Banco Central. Los cambios demográficos que este proceso trajo consigo motivaron que la zona dejara de ser “hermosa como el sol, pobre como la luna” y se asistiera a una reforma agraria en todo el oriente boliviano y en especial en Santa Cruz, que tuvo por finalidad privatizar la tierra para crear una burguesía agroindustrial, con el objetivo de incorporar a este sector productivo emergente al mercado capitalista y contagiarlo a todo el país.
Como verdadero broche de oro, esta obra colectiva recupera una fuente invalorable. Se trata de las memorias, de puño y letra, de Roberto Gargantini, ex presidente de Bodegas Gargantini, nieto de Bautista, empresario y vicegobernador lencinista en 1922. Nacido en Buenos Aires donde su padre de dedicaba a la comercialización de los vinos de la bodega, se recibió de Ingeniero Agrónomo en la Universidad de Buenos Aires, realizó estudios de posgrado en Suiza y luego se radicó en Mendoza. Los contactos con la rama suiza de la familia le permitieron reconstruir las etapas iniciales de la empresa, cuyo paralelismo con la historia de Juan Giol es llamativa. Las memorias reconstruyen con orgullo la trayectoria de su abuelo y la responsabilidad social de su empresa, el sendero posterior, y su venta al grupo español Rumasa. El relato intimista y nostalgioso se mezcla con la violencia de los años setenta, cuando fue secuestrado por Montoneros y esta fusión de lo privado y lo público, constituye el primer motivo para su lectura. Los invitamos a ello como cierre de este número de RIVAR.
El dossier se completa con una reseña de una publicación portuguesa Vinho Verde. Historia e Património (2016), número 2, de 170 páginas, editada por la Associação Portuguesa de História da Vinha e do Vinho y realizada por Henrique Rodrigues, historiador e investigador de Portugal. Se trata de un número dedicado a Alberto Sampaio, a los 175 años de su nacimiento, quien fuera un historiador y economista preocupado por la vitivinicultura. Reúne una serie de artículos realizados a partir de fuentes públicas y privadas que recuperan su lugar como pionero de los vinos de calidad y de la importancia del terroir y la difusión de su expertise en distintas publicaciones y en Exposiciones Nacionales e Internacionales.
Ha sido un placer y un desafío que distintos investigadores hayan colaborado con esta publicación permitiendo integrar distintas formaciones disciplinares, diversos espacios universitarios y de organismos de Ciencias y Técnica nacionales y extranjeros y a jóvenes con expertos. La pretensión original de conocer los distintos procesos industrializadores de Mendoza y su relación con otros espacios ha sido inicialmente cumplida, aunque falten historias comparadas, de largo plazo y que integren las voces de todos los actores. Seguramente hay mucho ya avanzado en este terreno y solo debamos seguir compilando, reuniendo, discutiendo y acumulando distintas miradas.
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