RIVAR Vol. 5, N° 15. Septiembre 2018: 235-245.
Artículos
El debate sobre las nuevas regulaciones de etiquetado de bebidas alcohólicas en la Unión Europea y sus consecuencias para las regiones vitivinícolas
The Debate about New Regulations of Alcoholic Drinks Labels in European Union and its Consequences on Winegrowing Regions
Eva Parga Dans *
Manrrubio Pablo Alonso González ***
*Grupo de Estudios Territoriales, Facultad de Sociología, Universidad de A Coruña, España, ORCID 0000-0002-0095-2963, eva.parga.dans@udc.es;
**Instituto de Productos Naturales y Agrobiología, Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, España, ORCID 0000-0002-5964-0489, pabloag10@hotmail.com
Introducción
La Comisión Europea publicó el 13 de marzo de 2017 un informe sobre etiquetado obligatorio de ingredientes e información nutricional para bebidas alcohólicas, concluyendo que el sector deberá ofrecer en el plazo de un año una propuesta de etiquetado para suministrar a los consumidores información sobre los ingredientes y el valor nutricional presente en las bebidas alcohólicas (Comisión Europea, 2017b). El objetivo de este informe es armonizar la información existente en el mercado de alimentos y bebidas, eliminando asimetrías de información sobre la calidad del producto (Henson y Traill, 1993). Las asimetrías de información son consideradas imperfecciones de mercado que requieren una intervención institucional para mejorar la información del consumidor sobre las características del producto, a fin de reducir problemas de selección adversa (Lofgren et al., 2002). Al respecto, la selección adversa implica que el productor conoce las propiedades del producto mientras que para el consumidor son desconocidas, o resulta complicado obtener dicha información. La consecuencia inmediata de la selección adversa es la imposibilidad de que los consumidores optimicen sus decisiones, lo que provoca una disminución de la demanda y de la calidad media del producto, ya que los productores carecen de incentivos para ofrecer productos de calidad superior a la media. El resultado es una reducción progresiva de la calidad media de los productos y la eventual desaparición del mercado en cuestión. Aunque es poco probable que el mercado europeo del alcohol desaparezca, podría volverse menos competitivo en el contexto de economía global. De hecho, las estadísticas sobre la evolución mundial del sector del vino constatan la rápida disminución del consumo entre los países tradicionalmente productores de la Unión Europea (UE) (ver Imagen 1).
Imagen 1. Evolución del consumo mundial de vino (en millones de hectolitros) en
principales países consumidores de vino
Image 1. Evolution of world wine consumption (in millions of helectrolitres)
in main wine consuming countries
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la Organización Internacional del Vino (2000-2016).
Source: own elaboration from Organización Internacional del Vino (2000-2016).
La fragmentación de las investigaciones científicas y gubernamentales ha generado una amalgama de políticas contradictorias con resultados contraproducentes para el sector. Este es el caso de las iniciativas asociadas al etiquetado de alcohol (que afecta a la dinámica del sector) y los programas de desarrollo agrícola y rural, como PAC o LEADER (que afectan a la dinámica territorial). El objetivo de este artículo entonces es analizar la implicaciones que la regulación sobre el etiquetado del alcohol pueden tener para las regiones vitivinícolas europeas que, como muchas otras áreas rurales, se fundamentan en elaborar y garantizar productos de calidad, a modo de estrategia para impulsar el desarrollo territorial y combatir el declive económico que amenaza a estas regiones (Macías Vázquez y Alonso González, 2015). Por este motivo, es necesario comprender las relaciones complejas que median entre consumidores y productores, así como el impacto de las políticas que afectan a los territorios. En el caso del sector del vino esto implica profundizar en las prácticas productivas que favorecen la diferenciación en el ámbito del consumo y por tanto la calidad del producto, así como las consecuencias inmediatas para las regiones productivas.
La elección del sector vitivinícola se vincula a nuestra trayectoria de investigación y compromiso con agentes del sector, con quienes venimos trabajando desde el año 2015 a través de una aproximación sociológica y antropológica; además, se justifica por ser uno de los sectores de la industria del alcohol más reticentes ante la nueva disposición europea. El hecho de que la producción de vino esté estrechamente vinculada al territorio europeo mediante el sistema de certificación de Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP) y denominaciones de origen (DO) resulta fundamental en la comprensión de las dinámicas del sector, sobre todo a la hora de establecer estrategias de diferenciación en el ámbito del consumo y la creación de nichos de mercado (Parga- Dans and Alonso González 2017). Este hecho diferencia al vino de otras bebidas alcohólicas, como cerveza o destilados, que pueden elaborarse a partir de ingredientes importados como el lúpulo, la cebada o malta. A continuación ilustramos dicha complejidad, en primer lugar, analizando la controversia sobre el sistema de etiquetado en la UE y, en segundo lugar, profundizando en las consecuencias reales para el sector y las regiones vitivinícolas.
La controversia sobre el sistema de etiquetado en la UE: producción, consumo y regulaciones nacionales Una vez publicado el informe sobre el etiquetado obligatorio de ingredientes e información nutricional para las bebidas alcohólicas, el Comisario de Salud y Seguridad, Vytenis Andriukaitis, añadió que la disposición “respalda el derecho de las personas de la UE a estar plenamente informadas sobre lo que consumen y que ningún motivo objetivo justifica la ausencia de dicha información” (Comisión Europea, 2017a). El presente informe responde a un reglamento anterior sobre información alimentaria que obligaba a etiquetar ingredientes y parámetros nutricionales en cualquier tipo de alimento o bebida, con excepción de bebidas con más del 1,2% de volumen alcohólico (Comisión Europea, 2011).
La protesta derivada por parte de las asociaciones de consumidores cuestionó la excepcionalidad normativa existente para las bebidas alcohólicas: los consumidores son solo informados cuando una sustancia o aditivo considerado alérgeno está presente en la bebida (como los sulfitos), pero no la lista completa de ingredientes ni su cantidad. Teniendo en cuenta que el vino puede tener más de cincuenta ingredientes y aditivos legales, se contraviene el derecho de los consumidores a acceder a dicha información. Además, la ausencia de información en las regulaciones europeas se comprende todavía menos cuando es puesta en comparación con las medidas adoptadas aún en otros países productores de vino: Estados Unidos, Brasil, Argentina y Australia están fortaleciendo las precisiones asociadas al sistema de etiquetado y un número creciente de productores ha comenzado a etiquetar voluntariamente información sobre prácticas productivas, ingredientes y aditivos utilizados en la elaboración del vino (ver Imagen 2).
Imagen 2. Etiquetado con ingredientes, composición y detalles productivos del vino
impulsado por Bonny Doon y Ridge Vineyards en Estados Unidos
Image 2. Label with ingredients, composition and productive details of wine impulsed by
Bonny Doon and Ridge Vineyards in the United States
Figure 1. Evolution of superficial temperature in the sea at Niño 3.4 region, between 2016 and 2018. The standard accepts that under a 0,5 degrees deviation under zero it corresponds to a phenomenon called La Niña
Fuente: Ridge Vineyards, 2013.
Source: Ridge Vineyards, 2013
Al día de hoy, la presión por parte del lobby del alcohol ha conseguido retrasar la aprobación legislativa de la UE, logrando incorporar el matiz en la disposición sobre el etiquetado obligatorio de idear su propia propuesta. La Comisión ha respondido que evaluará dicha proposición en el período de un año, pudiendo aceptarla, revisarla o rechazarla. Esta medida ha provocado diferentes reacciones: la industria de los destilados se abstiene de manifestaciones, mientras que el sector cervecero aprueba la medida en su totalidad. De hecho, 5.000 productores representados por la asociación Cerveceros de Europa ya habían tomado medidas conjuntas para incorporar voluntariamente información en el etiquetado desde el año 2015.
Sorprendentemente, dos grupos se opusieron tajantemente a esta medida: la Red Europea de Organizaciones de Consumidores (BEUC) y la industria vitivinícola. BEUC declaró que la disposición de dejar el etiquetado obligatorio en manos de la industria del alcohol no acabará con la excepcionalidad de este sector frente a otras bebidas y alimentos. De hecho, BEUC es una de las organizaciones que está presionando a la Comisión Europea a tomar medidas urgentes, argumentando que la lista completa de ingredientes, incluidos los aditivos y conservantes y la presentación de información nutricional debería ser obligatoria para todas las bebidas alcohólicas y así ayudar a los consumidores a tomar decisiones informadas sobre qué y cuánto beber (BEUC, 2015).
Por su parte, la Federación Europea de Vinos de Origen rechazó abiertamente cualquier regulación sobre etiquetado, argumentando, en primer lugar, que el vino es un producto vivo, cambiante en función de las añadas y que evoluciona con el tiempo para, en segundo lugar, establecer que la cuestión del etiquetado tiene más que ver con objetivos comerciales que sanitarios (Sepeau Ivaldi, 2017). Los argumentos del sector vitivinícola parecen débiles considerando que el vino en Europa, a pesar de ser diferente en cada añada, se etiqueta desde hace más de un siglo mediante el sistema de IGP y DO con el fin de evitar el fraude y disminuir la incertidumbre asociada al origen y calidad del producto (Teil, 2017). Desde nuestro punto de vista, el rechazo por parte del sector vitivinícola a esta nueva disposición deriva precisamente de una asimetría de información; y es que la mayor parte de los consumidores creen erróneamente que el vino es un producto elaborado exclusivamente a base de uva y que, contrariamente a la cerveza o los destilados, la diferenciación y valor añadido del vino proviene de imaginarios de autenticidad y marketing (Mueller et al., 2010). De hecho, el sistema de certificación de IGP y DO asociado al vino está siendo actualmente cuestionado por gobiernos regionales y por productores orientados a elaborar vinos de calidad, autenticidad, naturalidad y terroir, los cuales carecen de mecanismos institucionales que diferencien su producto y denuncian las escasas preocupaciones ecológicas y socioculturales asociadas al territorio por parte de las instituciones europeas (Alonso González and Parga Dans 2018). Pero, ¿qué tienen que ver los sistemas de etiquetado con la sostenibilidad territorial?
Sistemas de etiquetado y desarrollo territorial
Las regiones rurales europeas sufren las consecuencias de la globalización y la entrada en mercados altamente competitivos, combatiendo problemas de despoblación y bajos ingresos. Países tradicionalmente agrícolas del sur de Europa como España y Portugal son testigos de un proceso de rápida despoblación y de desgaste de la actividad agrícola durante las últimas décadas (Hoggart y Paniagua, 2001). Iniciativas políticas para favorecer el desarrollo rural, como los fondos LEADER y CAP de la UE, reconocen la importancia estratégica de productos con IGP y DO, garantías de calidad asociadas al origen que promueven el desarrollo endógeno y sostenible del territorio. La indicación geográfica del producto es más importante que nunca y en teoría las IGP y las DO así lo garantizan, minimizando asimetrías de información entre productores y consumidores. Sin embargo, la ausencia de regulaciones de etiquetado de ingredientes y la crítica al actual funcionamiento de la DO que protege prácticas de estandarización productiva asociadas a grandes empresas tienden a erosionar la confianza de la conexión calidad-origen, derivando en problemas de selección adversa (Alonso González y Parga Dans, 2017).
A continuación, ilustraremos cómo las regulaciones de etiquetado pueden tener efectos contraproducentes para el desarrollo rural si no se tienen en cuenta aspectos asociados al territorio. Los productores de vino que están elaborando vinos de alto valor añadido en el mercado se fundamentan en prácticas productivas de calidad para su diferenciación en el ámbito del consumo —ya sean prácticas relacionadas con la agricultura orgánica, producción artesanal, biodinámica, natural o de terroir. Además, los productores orientados a diferenciarse a través de la calidad están contribuyendo a la reactivación de regiones vitivinícolas abandonadas, como sucede, por ejemplo, en la región de Ribeira Sacra, Galicia (España). Las prácticas productivas asociadas a un modelo de calidad tienden a generar efectos positivos para el territorio porque: en primer lugar, favorecen el aumento del precio de la uva, esto es, se paga en función de la calidad y no por cantidad, lo que ayuda a mantener la viticultura y a detener la despoblación rural (Alonso González et al., 2017); en segundo lugar, las uvas de calidad requieren prácticas de viticultura artesanales, minimizando la entrada de maquinaria y el uso sustancias químicas en viña (generando extemalidades ambientales positivas); y, en tercer lugar, promueven el empleo de mano de obra local y especializada, evitando la pérdida de tradiciones vitivinícolas, culturales y paisajísticas (Villanueva-Rey et al., 2014).
La entrada de uvas de calidad en bodega requiere además de una menor intervención enológica y aditivos en la elaboración del vino, muy al contrario de lo que promueve el lobby vinícola dominado por la industria. Así, el etiquetado de ingredientes del vino favorecería la diferenciación de los productores que se fundamentan en prácticas productivas de calidad. Estos productores están cuestionando el funcionamiento de los sistemas de Indicación Geográfica debido a la cooptación y distorsión de la certificación del origen para proteger a industrias y grandes cooperativas que promueven prácticas productivas estandarizadas. Tal postura crítica y contestataria sobre el sistema de certificación les hace sufrir un sinfín de limitaciones sociopolíticas, culturales y económicas, a pesar de ser quienes ponen en práctica la retórica de los discursos y programas de desarrollo rural de la UE. No obstante, en cuanto a las regulaciones de etiquetado de ingredientes consideramos que pueden ser fundamentales para la sostenibilidad del sector vitivinícola, al menos de dos maneras.
En primer lugar, conviene entender que los productores orientados a la calidad a menudo son expulsados del sistema de DO debido a la supuesta falta de cumplimiento de la normativa. A menudo estos vinos son descalificados por ausencia de tipicidad en base a criterios de estandarización. El problema es que las regulaciones actuales de etiquetado prohíben proporcionar información básica sobre los productos expulsados de la DO en las etiquetas, tales como la variedad de uva, año de cosecha, región o parcela. Consecuentemente, con el actual sistema de certificación estos productores están perdiendo, por un lado, la capacidad de indicar una información comercialmente valiosa como es el origen del producto, pero también se desaprovecha el potencial de proporcionar información a los consumidores sobre los ingredientes y valores nutricionales (Parga-Dans y González, 2017). Al menos, el etiquetado de ingredientes permitiría a los productores de calidad diferenciarse de la industria del vino, independientemente del origen. Los consumidores no solo entenderían fácilmente la diferencia entre vinos artesanales/naturales/de terroir e industriales; sino que los productores también podrían evitar la costosa y lenta burocracia de adoptar sistemas de certificación alternativos, como el ecológico o Demeter, fundamentados en garantizar información parcial o asimétrica sobre el producto que solo consigue aumentar la incertidumbre en el consumidor.
El caso de la chaptalización sirve una vez más para ilustrar la conexión entre sistemas de etiquetado y desarrollo territorial. Esta técnica enológica está permitida en países del norte de Europa, para compensar sobre todo las bajas concentraciones de azúcar en uvas provenientes de climas septentrionales mediante la adición de azúcar, pero sin requisito alguno de etiquetar dicha práctica. Si bien profundizaremos en la chaptalización, cabe señalar que lo mismo aplicaría a otras técnicas enológicas como la acidificación (aumentar artificialmente la acidez de los mostos), el uso de levaduras artificiales o la adición de sulfitos para preservar el vino. Si bien es obligatorio etiquetar el uso de sulfitos debido a su potencial alergénico, la cantidad de sulfitos añadida no lo es. Pero la cantidad de sulfuroso añadido es un aspecto clave para diferenciar la calidad al igual que el no etiquetado de la chaptalización.
Esta ausencia de información favorece a productores y modelos productivos orientados a la cantidad sobre aquellos que se orientan a la calidad, a países del norte de Europa sobre los del sur, y aumenta las asimetrías de producción. La chaptalización permite aumentar los rendimientos de uva independientemente de la calidad de la misma: si el contenido de azúcar de la uva es bajo, se puede aumentar en bodega. Este hecho favorece además la intensificación agrícola, la concentración de la propiedad de la tierra, una disminución en el precio de la uva, el abandono de suelos de bajo rendimiento adaptados para la vinificación de calidad y la consiguiente pérdida del “origen” del vino. Además, a pesar del hecho de que la chaptalización está prohibida en España, Italia, Grecia y Portugal, los vinos chaptalizados pueden circular sin indicación como si se derivaran exclusivamente de la fermentación de la uva. En última instancia, los consumidores (incluida la población diabética) no pueden identificar los vinos con azúcar añadido.
Conclusiones
El presente documento destaca el papel clave de la perspectiva regional para comprender las complejas interacciones entre las políticas sectoriales de la UE y sus efectos territoriales. La adopción de una perspectiva regional proporciona una imagen más amplia y más compleja de las asimetrías potenciales que surgen entre las esferas de producción y consumo, así como el papel de la intervención institucional en estos procesos. Este hecho se ilustra a través de las contradicciones y los resultados involuntarios que surgen entre las reglamentaciones de etiquetado (protección del consumidor y políticas sectoriales de la industria) y los programas de desarrollo rural (PAC y políticas sectoriales de cohesión regional). La ausencia de etiquetado obligatorio de los ingredientes conduce potencialmente a una situación sin salida provocada por asimetrías de mercado: la incertidumbre lleva a los consumidores a reducir el consumo de vino, mientras que la ausencia de diferenciación a través de etiquetas deja a los productores sin incentivos para mejorar la calidad del producto.
Teniendo en cuenta el papel decreciente de Europa en el mercado mundial del vino en comparación con los países del Nuevo Mundo, la reducción progresiva de la calidad del producto debería ser motivo de preocupación, especialmente para las regiones periféricas y rurales que experimentan deterioro económico. un enfoque regional de las políticas sectoriales podría revertir esta situación ayudando a desarrollar un enfoque de gobernanza armonizado, mejorando las capacidades de previsión, sostenibilidad y la aplicabilidad entre políticas sectoriales aisladas. Un enfoque regional podría ayudar a transformar la polémica relacionada con el etiquetado obligatorio de ingredientes hacia un movimiento positivo tanto para la industria como para los consumidores, ayudando a las IGP y DO a recuperar su razón de ser en un mercado global, mejorando las externalidades ecológicas, el derecho de los consumidores a la información y la sostenibilidad de las regiones tradicionalmente vitivinícolas.
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Recibido: 1-2018 Aprobado: 02-08-2018