María Gabriela Vásquez
“Mujeres y vitivinicultura en Mendoza (Argentina) a principios del siglo XX. El caso de Annie Jane Fraser de Innes” / “Women and wine-making industry in Mendoza (Argentina) at the beginning of the Twentieth Century. The case of Annie Jane Fraser Innes”
RIVAR, IDEA-USACH, ISSN 0719-4994, N° 3, septiembre 2014, pp.126-143
Nota de Investigación
Mujeres y vitivinicultura en Mendoza (Argentina) a principios del siglo XX. El caso de Annie Jane Fraser de Innes*
Women and wine-making industry in Mendoza (Argentina) at the beginning of the Twentieth Century. The case of Annie Jane Fraser Innes
María Gabriela Vasquez**
** Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina mariagabrielavasquez@yahoo. com. ar
Resumen
La presente investigación tiene por objeto estudiar el papel desempeñado por un grupo de mujeres en la actividad vitivinícola de Mendoza, Argentina a principios del siglo XX. El análisis cualitativo de documentos ha mostrado que aquellas mujeres que por entonces heredaron establecimientos vitivinícolas al morir sus esposos, actuaron de modo diferente ante dicha situación. El caso de Annie Jane Fraser de Innes resulta particular debido a que se trata de una de las pocas mujeres que, tras enviudar, se puso personalmente al frente de la bodega y viñedos de su difunto marido, sin delegar en terceros su administración.
Palabras clave: Mujeres - Vitivinicultura - Mendoza - Siglo XX - Annie Jane Fraser de Innes
Abstract
The goal of this investigation is to study the role performed by a group of women in wine-making industry of Mendoza, Argentina at the beginning of the Twentieth Century. The qualitative documents analysis shows that those women who inherited wine-making establishments when they became widows at the beginning of Twentieth Century acted in different ways. The case of Annie Jane Fraser Innes results particular because she was one of the few women that personally managed his deceased husband's winery and vineyards without male help.
Key words: Women - Viticulture- Mendoza - Twentieth Century - Annie Jane Fraser Innes
Introducción
Entre fines del siglo XIX y principios del XX se produjo en Mendoza el llamado boom vitivinícola.1, como resultado de la transformación económica que se estaba operando y del importante crecimiento de dicha actividad en la región. Las mujeres, lejos de permanecer al margen, participaron activamente en dicho proceso, no obstante su escasa omisión en la historiografía regional. En efecto, muchas lo hicieron en el trabajo estacional en los viñedos, otras fueron empleadas como peones en los grandes establecimientos industriales tecnificados y algunas pocas se encontraron al frente de los mismos.
La presente investigación tiene por objeto estudiar al último grupo, es decir, a las esposas de empresarios vitivinícolas que, tras enviudar, quedaron al frente de los establecimientos a principios del siglo XX. Se trata de un grupo reducido y heterogéneo de mujeres que se comportaron de modo diverso ante la misma situación: mientras que la mayoría de las viudas delegó en varones de su confianza la dirección de los establecimientos, hubo al menos una excepción, según lo que sabemos hasta el momento. Annie Jane Fraser de Innes dirigió personalmente la empresa de su difunto marido, con lo cual salió del ámbito doméstico, familiar y privado asociado tradicionalmente a las mujeres para moverse en una actividad económica con fuerte presencia masculina.
Actualmente, dentro de la disciplina histórica, la historia de las mujeres constituye “un campo con nombre propio”, al decir de Dora Barrancos (2005), y goza de cierto prestigio académico. Ahora bien, la historia de las mujeres está lejos de formar un bloque homogéneo debido a que existen diversos enfoques. Así, por ejemplo, uno de ellos reconoce deudas con el pensamiento feminista angloamericano y otro, con la Escuela francesa de los Annales. (Lagunas, 1993: 189-190). Un ejemplo del primero lo encontramos en la obra de las autoras Bonnie Anderson y Judith Zinsser (1992), titulada Historia de las Mujeres: una historia propia, quienes centran la atención exclusivamente en las mujeres y su situación de inferioridad cultural y socioeconómica respecto de los varones. El segundo enfoque lo encontramos en la Historia de las Mujeres de Occidente (Duby y Perrot, 1993) en la que prima la relación entre los sexos. Adherimos a este enfoque relacional, e insistimos en la necesidad de “introducir en la historia global la dimensión de la relación entre los sexos”, como sugiere Françoise Thébaud (en Duby y Perrot, 1993: 14), en vez de estudiar a las mujeres en forma aislada “como si estuvieran en el vacío”. Desde esta posición pretendemos abordar el estudio del grupo de mujeres viudas que quedaron al frente de establecimientos vitivinícolas de Mendoza a principios del siglo XX. De este modo, al estudiarlas en relación con sus compañeros varones buscamos tener una visión, no parcial, sino más bien integral de la actividad vitivinícola a principios del siglo XX y de la sociedad mendocina de entonces.
Hasta el momento, en el plano provincial no contamos con una historia integral de las mujeres de Mendoza, pero sí existen textos que recogen las biografías de mujeres destacadas como, por ejemplo, el libro de Juan Isidro Maza (1989) o estudios parciales entre los que cabe mencionar la obra de Lelia Cano Rossini (1996) referida a las mendocinas del siglo XIX, y la compilación realizada por Martha Páramo (1995) sobre las mujeres en el ámbito nacional y provincial entre los siglos XIX y XX. Respecto de las trabajadoras de nuestra provincia, una investigación de nuestra autoría aborda concretamente a las mujeres y el trabajo en Mendoza entre fines del siglo XIX y principios del XX. (Vasquez, 2008).
Al mismo tiempo, la actividad vitivinícola provincial ha sido abordada por Adolfo Cueto (1985-1986, 1987, 2009), Pablo Lacoste (2003, 2004 y 2013), Patricia Barrio (2010) y Rodolfo Richard-Jorba (1998, 2006 y 2010), entre otros; sin embargo, las referencias a la presencia y participación femenina en dicha actividad son secundarias y hasta inexistentes, es decir que las mujeres se encuentran invisibilizadas en dichos escritos. Solo estudios recientes han comenzado a echar luz sobre el tema, deteniéndose en la participación de las mujeres en la vitivinicultura durante la etapa colonial. (Lacoste, 2008), y un seguimiento cuali-cuantitativo de la incorporación de este grupo en los viñedos y grandes bodegas, y de aquellas que se encontraban al frente de los establecimientos entre 1895 y 1914. (Vasquez, 2007, 2009 y 2012).
Respecto de la metodología, seguimos a Joan Scott quien afirma que “la historia de las mujeres se ha propuesto hacer visibles a las mujeres en los marcos históricos existentes, ha aportado nueva información pero no una metodología propia”. (Scott, 1992: 46). Por ello, en esta oportunidad, optamos por el análisis cualitativo de fuentes inéditas y editadas desde una perspectiva de género, a fin de comprobar que no todas las mujeres que heredaron bodegas tecnificadas y viñedos de sus difuntos esposos actuaron del mismo modo ante la misma situación, debido a motivaciones personales pero también mandatos sociales y culturales.
Ideas vigentes sobre las mujeres y los espacios femeninos en la Mendoza de principios del siglo XX
A lo largo del siglo XIX, se reformularon en Europa y también en América ideas muy arraigadas en las prácticas sociales y culturales, referidas a los ámbitos y espacios de acción “propios” para varones y para mujeres. Estas prácticas encontraban fundamento la denominada teoría de las dos esferas “que establecía roles propios y específicos de cada sexo y afirmaba que la esencia de la femineidad era algo distinto e inferior y, por lo tanto, subordinado a la masculinidad”. (Caviglia, 1999:137). De acuerdo con ese pensamiento, a las mujeres les correspondía el ámbito doméstico y hogareño y a los varones, el espacio público y político: “Mientras que al hombre correspondía la acción, el progreso, la creación, la especulación y la guerra; la facultad de la mujer era reinar en el hogar, convertido en centro de paz y refugio, verdadero santuario que dirigía con bondad y sabiduría”. (Caviglia, 1999: 140).2 No obstante esta diferenciación en ámbitos y esferas para varones y mujeres, las fronteras eran difusas “....ya que las mujeres circulaban y se movían también en el espacio público”. (Perrot, 1997: 10). Esta misma idea fue retomada en un trabajo posterior de la misma autora: “A pesar de todo, las mujeres circulan. Salen, viajan, migran. Participan de la movilidad que, con ayuda de los medios de transporte, se ha adueñado de los pueblos occidentales de los siglos XIX y XX. Se desplazan menos que los hombres, sin duda, pero se desplazan al fin”. (Perrot, 2008: 172).
Cuando dichas ideas se consolidaban, nació en Inglaterra Annie Jane Fraser hacia 1865; era hija de William Fraser y Charlotte Shaw, matrimonio protestante que tenía dos hijos varones y, más tarde, tendría otra hija.
Annie Fraser fue un ejemplo de la mencionada movilidad femenina ya que abandonó su país natal y viajó a América. En efecto, eran tiempos de crisis políticas y económicas que causaron corrientes migratorias, durante las cuales millones de personas, en su mayoría varones, circulaban y se desplazaban en busca de nuevos horizontes. Para el caso analizado, no encontramos registros de su entrada por el puerto de Buenos Aires, por lo que habría arribado a Mendoza desde Chile, en 1895, acompañada por uno de sus tíos. Tampoco hallamos indicios de las razones por las cuales emigró a Argentina.
La provincia de Mendoza, al igual que su Inglaterra natal, también distinguía espacios propiamente femeninos y ámbitos dedicados exclusivamente a los varones. Así, por ejemplo, el periódico El Ferrocarril expresaba en 1886:
Sabido que la familia es su base, y que [en] la familia es la mujer la que ejerce mayor grado de influencia en el carácter de los hijos, la que regulariza la marcha de una casa y establece la debida armonía entre los que la componen, es de aquí que en la madre de familia se fundan generalmente las más bellas esperanzas...(El Ferrocarril, 6 y 7 de septiembre de 1886: 1).
Más adelante, afirmaba que el principal destino de la mujer en la tierra era el de ser “el ángel tutelar de la familia” y que el hogar debía ser el “teatro de sus virtudes”.
La mujer llenará pues su misión, si a una piedad sincera, a una resignación y dulzura a toda prueba, reúne las virtudes domésticas tan necesarias para la paz y el bienestar de la familia.
El hombre que no tenga una madre, una esposa o una hija que ejerza con él tales oficios, es bien desgraciado. (El Ferrocarril, 6 y 7 de septiembre de 1886: 1).
Annie Fraser se convirtió rápidamente en uno de esos “ángeles tutelares de la familia”, ya que al llegar a nuestra provincia se desposó con Hector Innes. La novia viajó para el casamiento, aunque no sabemos hasta el momento si la pareja se conoció en Inglaterra durante una de las estadías de Hector, o si el matrimonio fue previamente concertado. Annie tenía 30 años al momento del matrimonio, edad avanzada para una novia de aquel tiempo.
Mientras que su marido se dedicaba a desarrollar su emprendimiento vitivinícola, ella se ocupaba del hogar y de criar a sus cuatro hijos: John Fraser (1896), Anita Elizabeth (desconocemos la fecha de su nacimiento), Lily Eileen (1900-1901 aprox.) y Walter James (1903). Michelle Perrot sostiene que las mujeres eran depositarias del rol sociocultural de mantener las tradiciones, la lengua materna, la cocina y los hábitos religiosos (Perrot, 2008: 174), y Annie Fraser fue un ejemplo de ello, ya que sus hijos argentinos mantuvieron las tradiciones de sus mayores, hablaron inglés y fueron protestantes.
De modo que durante nueve años, esta inglesa respondió fielmente a los cánones de la época y al modelo femenino vigente, ya que se dedicó a criar a sus hijos y al cuidado del hogar. Sin embargo, todo cambió cuando tenía 39 años y falleció su esposo.
Las esposas de los vitivinicultores de Mendoza: el caso de Olaya Pescara y Narcisa Araujo
Cuando Annie Fraser llegó en 1895 se encontró con una Mendoza en plena transformación y crecimiento económico. La vitivinicultura industrial tecnificada empezaba a desplazar al modelo económico ganadero-comercial anterior, por lo cual proliferaban establecimientos vitivinícolas modernos que convivían con pequeños emprendimientos familiares y campos de alfalfares.
Hacia 1900, la industria vitivinícola de Mendoza “ofrece buenos ejemplos de establecimientos colosales y bien montados”, señalaba el enólogo italiano Arminio Galanti (1900: 96). Y entre los propietarios de dichos establecimientos se encontraban, por ejemplo, Domingo Tomba, Tiburcio Benegas, Honorio Barraquero, Juan Giol y Bautista Gargantini.
Las mujeres participaron en la transformación económica de Europa, apunta Gisela Bock y “a través de los lazos matrimoniales y hereditarios contribuyeron a la formación de grandes y pequeños capitales”. (Bock, 2001: 113). Lo mismo ocurrió en Mendoza, donde muchas mujeres, gracias a sus familias y a sus matrimonios, se vincularon con la actividad vitivinícola entre fines del siglo XIX y principios del XX y ayudaron activamente a la formación y consolidación de grandes y pequeños capitales.
Respecto de los matrimonios, se han distinguido por entonces diferentes tipos de sociedades matrimoniales según los bienes aportados, o no, por los integrantes de la pareja:
Las mujeres casadas formaron cuatro tipos de sociedades matrimoniales, según la ausencia o existencia de bienes aportados por uno y otro contrayente. La nueva familia podía carecer totalmente de bienes, tener los que sólo aportaba la mujer, sólo los del marido, o la sumatoria de ambos. Éstas eran las cuatro situaciones posibles en las cuales se iniciaba la vida matrimonial. Dentro de ellas, a su vez, podía haber distintos niveles o categorías, según la magnitud del patrimonio inicial. Luego venía la trayectoria concreta, el proceso de desenvolverse a lo largo de la vida económicamente activa de los esposos. Y se llegaba a un resultado final que podía tener tres resultados fundamentales: mantenimiento, incremento o disminución del patrimonio inicial. (Lacoste, 2003: 172 y 173).
Es decir que mujeres provenientes de familias tradicionales mendocinas aportaron a sus matrimonios bienes y contactos entre los círculos más selectos. Unas, se desposaron con mendocinos, como fue el caso de Narcisa Araujo, pero otras lo hicieron con inmigrantes, como Olaya Pescara, con lo cual se hizo patente la alianza entre la élite mendocina y los inmigrantes que buscaban incorporarse a la sociedad, a partir de las fortunas que estos últimos generaron en la actividad vitivinícola. En otros casos, los extranjeros se casaron con extranjeras, tal es el caso de Annie Jane Fraser, y también lograron alcanzar una posición económica importante en nuestro medio.
Recordemos que el Código Civil argentino equiparaba jurídicamente a la mujer casada con un menor. En otros términos, ellas estaban sujetas a la autoridad del marido; sin embargo, su situación se modificaba al enviudar. Es decir, al morir el esposo, la mujer recuperaba cierto poder y autonomía ya que podía administrar e incluso comprar o ceder bienes. Algunas viudas heredaron establecimientos vitivinícolas en Mendoza al iniciarse el siglo XX, pero no todas se comportaron de igual manera ante dicha situación. La mayoría de ellas delegó en manos masculinas la administración de los mismos, mientras que las que se pusieron al frente de sus emprendimientos fueron muy pocas.
Olaya Pescara y Narcisa Araujo compartían el hecho de pertenecer a familias mendocinas propietarias de extensos terrenos y, al mismo tiempo, formar parte de los círculos más selectos de la sociedad provincial. Sus matrimonios las mantuvieron en dicha posición privilegiada. Al enviudar, ambas quedaron al frente de los negocios de sus esposos; sin embargo, se mantuvieron fieles al modelo cultural vigente por entonces y continuaron dedicándose a su familia y a la ayuda a los más necesitados 3, mientras que la dirección de sus emprendimientos fue delegada a varones. En otros términos, la participación en el ámbito público de Pescara y Araujo era acorde con el modelo femenino imperante que vinculaba exclusivamente a las mujeres con el hogar, el cuidado de la familia y, por extensión, el de los más necesitados y las alejaba de la esferas política y económica.
Olaya Pescara, por ejemplo, pertenecía a una antigua familia criolla dedicada al comercio y se casó con Antonio Tomba, inmigrante italiano que se posicionó como un importante empresario vitivinícola, junto con sus hermanos. Olaya enviudó en 1899 y heredó importantes fincas ubicadas en los departamentos de Maipú y Godoy Cruz -especializados en la actividad- y también campos de pastoreo en Santa Rosa; sin embargo, su hijo Luis fue el encargado de administrar los bienes mientras que ella se consagró “por entero, con singular fe, a honrar la memoria del que fue su esposo”. (Centro Vitivinícola Nacional, 1910: 68). La misma fuente hace referencia a las actividades benéficas impulsadas por la mujer en su casa -un “Palacio de la Caridad”- y agrega:
Pordioseros de las más variadas cataduras, llaman a la puerta, de la que ninguno se aleja sin haber recibido auxilios (...). La piedad desplegada por doña Olaya, tiene proporciones que concitan la más sincera admiración. Cristiana ferviente, consagra su vida a derramar con mano pródiga sus bienes entre los menesterosos y necesitados (...).
Desempeña, además, la citada señora Olaya, el cargo de presidenta de la Sociedad de San Vicente de Paul. (Centro Vitivinícola Nacional, 1910: 68).
Narcisa Araujo fue otra mujer perteneciente a los sectores más acomodados de la sociedad mendocina que se casó en 1886 con Emiliano Guiñazú, diputado, viticultor e importante propietario4, “perfecto caballero, hombre de sociedad y de actuación política”. (Centro Vitivinícola Nacional, 1910: 138), lo que demuestra claramente el vínculo existente entre los poderes político y económico. Esto ha sido señalado por Richard-Jorba (1998 y 2010) y Lacoste (2004: 60) “La industria vitivinícola ha tenido una estrecha relación con el poder político regional. Muchos de los grandes bodegueros han ocupado cargos en el Poder Ejecutivo, en la Legislatura y en los concejos deliberantes municipales”.
Guiñazú murió en 1907 y su viuda quedó al frente de sus propiedades. Narcisa Araujo tampoco atendió la administración de la empresa familiar sino que encomendó esta tarea a un hombre de su estrecha confianza, Manuel Olmedo, debido a que del matrimonio con Guiñazú solo tuvieron hijas mujeres: Adela y Rosa. De allí que Araujo se destacara en la sociedad mendocina por su ayuda a los más necesitados, como lo retoma la siguiente fuente:
La señora Vda. Guiñazú, en la mitad de la vida, ha sabido honrar la memoria del que fue su esposo, con una vida ejemplar, modesta y virtuosa dentro de las fastuosidades aparentes, consagrada por entero a la obra de distribuir dones y beneficios entre los que la rodean, sin el menor asomo de vanidad ni fútil ostentación. Vinculada íntimamente a la sociedad mendocina, ha mantenido bien alto el prestigio clásico de sus comprovincianas, como mujeres de hogar, con sentimientos puros y exquisitos, y fervor patriótico”. (Centro Vitivinícola Nacional, 1910: 142).
De modo que Araujo es otra clara representante de la mujer de hogar, dedicada a su familia y a las obras de caridad.
La singularidad de Annie Jane Fraser de Innes
El caso de Annie Fraser fue diferente al de estas mujeres en varios aspectos: en primer lugar, era extranjera y, en segundo término, tras enviudar se puso personalmente al frente del establecimiento de su difunto marido, luego encaró un emprendimiento propio y figuró entre los bodegueros y destiladores de Mendoza hacia el Centenario de la Revolución de Mayo. Es decir, se trata de una mujer que, debido circunstancias particulares, salió de la esfera doméstica y se posicionó en la pública moviéndose en un espacio masculino de poder y toma de decisiones.
A fines del siglo XIX, la comunidad británica en nuestra provincia era pequeña, en comparación con la italiana y española. Muchos ingleses llegaban a estas tierras por sus vínculos con las empresas de ferrocarril o, también, por desempeñarse en alguna de las entidades bancarias que aquí se encontraban, entre las que figuraban el Banco de Londres y Río de la Plata y el Anglo Sud Americano. Los que se dedicaron a la vitivinicultura propiamente dicha en Mendoza fueron sólo un puñado. El caso emblemático fue el de Edmund James Palmer Norton.
Héctor Innes pertenecía a una antigua familia de Banffshire, Escocia. Era hijo de Sir James Milne Innes, 11er Baronet de Balvenie y Edingight, y Elizabeth Thurburn. Nació en 1860 y fue el cuarto de diez hermanos5. Hasta el momento, es poca la información que tenemos sobre la vida de Héctor en su país, salvo que a los 31 años se embarcó en Southampton a bordo del buque Magdalena rumbo a nuestro país. Llegó al puerto de Buenos Aires en febrero de 1892, según consta en los registros de embarque de inmigrantes. Declaró viajar solo, ser soltero, protestante y comerciante6.
En una obra publicada en Londres en 1911, se mencionan sus recorridos y diversas actividades desarrolladas en Sudamérica. Al llegar a la Argentina, trabajó en una estancia, luego en Bolivia se dedicó a la minería y, posteriormente, se trasladó a Chile. En Valparaíso se encontraba su hermano Thomas, casado con Virginia Bourchier, hija del Coronel Hugh Plunket Bourchier, de la Armada Británica. En el año 1895, Héctor cruzó los Andes y se instaló en Mendoza donde “en sociedad con el Sr. Thomas Innes y el Sr. Woodgate, fundó un negocio de vinos”. (1911: 718).
Ese año fue intenso para Hector Innes ya que tras llegar a la provincia, en el mes de julio le compró a Horacio Falco y César Cipolletti una propiedad de casi 11 hectáreas ubicada en Alto Godoy. Se trataba de viñedos y una bodega ubicados en lo que actualmente corresponde a la 5ta. Sección de la ciudad de Mendoza, incluido también un sector del Parque General San Martín. (Archivo General de la Provincia de Mendoza. 1895. Escritura N° 211, Protocolo N° 542) 7. Esto permite conjeturar que llegó al país con cierto capital para invertir. En noviembre del mismo año, se creó la Sociedad “Héctor Innes y Compañía” formada por el propio Héctor, su hermano Thomas, radicado en Chile, y Edwin Woodgate, comerciante de Liverpool, Inglaterra. La misma, tenía por objeto explotar la bodega y viñedos. También en noviembre, Héctor se desposó con Annie Fraser y fue testigo de la boda Edmund Norton8.
La sociedad vitivinícola se desarrolló bajo la administración de Héctor Innes. En 1898, Woodgate les vendió su parte, por lo que los hermanos Innes formaron una nueva sociedad que mantuvo la misma razón social. En el articulado del contrato se establecía que la misma estaba habilitada para “explotar el fundo, establecimiento de bodega y viñas de propiedad de ambos, ubicado en esta ciudad en calle Sarmiento, lugar denominado Alto Godoy” (Art. N° 1), y se nombraba al socio señor Héctor Innes como Administrador Gerente (Art. N° 3). (AGPM. 1900. Escritura N° 38, Protocolo N° 640). El desarrollo y crecimiento del establecimiento fue sostenido y hacia 1901 Héctor Innes figuraba entre los principales bodegueros de la provincia. (Guía de Mendoza para el año 1901, 1900: 309). La bodega elaboraba vinos bajo la marca “Challao”.
Al respecto, es importante señalar que Lacoste ha analizado las marcas de vinos más afamados de entonces y ha distinguido categorías entre las que se encuentran los apellidos de los propios productores, nombres religiosos, denominaciones exóticas o bien nombres de espacios mendocinos (Lacoste, 2003: 316 y ss). La marca de Innes se encuadra dentro de esta última categoría.
La sólida trayectoria empresarial de Innes también quedó reflejada en otras fuentes de la época. (Centro Vitivinícola Nacional, 1910: 192). Sin embargo, el 30 de diciembre de 1904, tras una breve enfermedad, el bodeguero murió en la ciudad de Buenos Aires. El diario Los Andes lo recordaba en los siguientes términos:
Hombre laborioso y emprendedor había labrado una fortuna en corto espacio de tiempo, merced de su asiduo y constante trabajo.
Honrado y serio en sus negocios era muy apreciado entre el comercio y las personas que le conocían de cerca.
El fallecimiento del señor Innes priva a la provincia de uno de sus progresistas y activos industriales. (Los Andes, Mendoza, 31 de diciembre de 1904: 4).
En menos de una década, Héctor Innes se había abierto camino en la vitivinicultura mendocina y amasado una fortuna que le permitía un buen pasar para él, su esposa y sus pequeños hijos, ya que alternaban temporadas en la provincia y Buenos Aires.
Como era habitual por aquellos tiempos, Héctor Innes había hecho su testamento en 1902 en la ciudad de Buenos Aires. En dicho documento se registra lo siguiente:
Primero: Declaro que soy casado con la señora Annie Fraser de Innes con quien he tenido un hijo que ha fallecido [John Fraser] y dos hijas Anita Elizabeth y Lily Eileen.
Segundo: Que mis intereses en esta República consisten en los derechos (...) que me corresponden en la Sociedad Viti-Vinícola de 'Hector Innes y Compañía', en las acciones que tengo en la Cervecería de Río Segundo, Provincia de Córdoba, en algunas sumas de dinero existentes en los Bancos, los muebles de mi casa en Buenos Aires y en los objetos de mi uso personal. Tercero: Instituyo como únicos y universales herederos por estos y otros bienes que en adelante pudiera tener en este país, a mi esposa doña Annie Fraser de Innes y mis hijas Anita Elizabeth y Lily Eileen y los demás hijos que en adelante pudiera tener.
Cuarto: Mejoro a mi esposa Annie Fraser de Innes en el tercio de todos mis bienes o en la parte en que pueda disponer libremente según la ley”. (AGPM. 1905. Escritura N° 267, Protocolo N° 740).
En 1903 había nacido el cuarto hijo del matrimonio Innes, Walter James, y al año siguiente, Annie Fraser, de 39 años quedaba viuda, a cargo de sus tres hijos pequeños y al frente de los bienes de su marido.
Con su cuñado Thomas Innes acordaron disolver el contrato social existente entre los hermanos y constituir una nueva sociedad para la explotación de los bienes de la extinta, pero conservando la razón social. De esa forma, Annie Jane Fraser de Innes se convirtió, en 1905, en la única gerente y administradora de la sociedad “Héctor Innes y Compañía”, con domicilio principal en Mendoza y una sucursal en Buenos Aires. (AGPM. 1905. Escritura N° 236. Protocolo N° 740).
Al desempeñarse como gerente de la sociedad, a partir de 1905, Annie Fraser tuvo que desenvolverse en la esfera pública, algo para nada habitual en las mujeres de la época.
La bodeguera y destiladora
En 1907, comenzó a comprar viñedos en el departamento de Las Heras y, años más tarde, inició la venta del fundo original de la Sociedad “Héctor Innes y Compañía”. Casi al mismo tiempo efectuó la compra de una bodega en Guaymallén. Ya en 1910, etapa plenamente moderna de la industria vitivinícola argentina, caracterizada por un reemplazo de
...las construcciones de adobe, los techos de caña y los lagares de cuero quedaban definitivamente atrás, o acotados a la periferia. En adelante iban a predominar las construcciones modernas, con ladrillo, cemento y metal, juntamente con las nuevas tecnologías. Este ciclo estuvo comandado por los inmigrantes europeos, que controlaban el 80% de las principales bodegas del Centenario. (Lacoste, 2004: 86).
Ejemplo de esta nueva vitivinicultura moderna fue el flamante establecimiento de Annie Jane Fraser de Innes, ubicado sobre el carril Guaymallén que “ha sido construido expresamente, poseyendo en maquinarias y enseres todo lo más moderno que se conoce para dicha industria”. (Centro Vitivinícola Nacional, 1910: 192). Se trataba de una bodega de tres cuerpos construidos en cal y ladrillo9. Por entonces, la producción del establecimiento había sido de aproximadamente 8.000 bordalesas. La uva provenía de los viñedos de uva Malbec que rodeaban la propiedad, además de los que poseía Annie Fraser en el departamento de Las Heras. Se elaboraban vinos tintos y blancos y se colocaba dicha producción en Capital Federal y provincia de Buenos Aires.
Annie Fraser aparecía en los documentos como bodeguera y destiladora (AGPM. 1910. Escritura N° 90. Protocolo N° 906); en este rol, logró aumentar el patrimonio empresarial y diversificarlo ya que, además de la bodega y viñedos, contaba con algunas hectáreas de alfalfares y dos casas, una en la ciudad de Mendoza y la otra en el campo. (Impresiones de la República Argentina en el siglo XX; su historia, gente, comercio, industria y riqueza, 1911: 718). Esta trayectoria llamaba la atención de sus contemporáneos. En uno de los álbumes conmemorativos se señalaba:
El único establecimiento vinícola en la provincia de Mendoza, y quizás en toda la República Argentina que pertenece y es dirigido por una señora, es el que está situado en el departamento de Guaymallén, propiedad de la señora de Innes, viuda del malogrado Sr. Hector Innes, que fue por muchos años un conocido y estimado ciudadano de Mendoza. (Impresiones de la República Argentina en el siglo XX; su historia, gente, comercio, industria y riqueza, 1911: 718).
En otro texto se decía:
La señora viuda de Innes, con rara energía, sin vacilación alguna, se puso inmediatamente al frente del establecimiento, prosiguiendo la tarea del extinto esposo con la misma actividad y no menos inteligencia. (Centro Vitivinícola Nacional, 1910: 192).
El desempeño de las mujeres en el espacio público, por entonces, resultaba problemático, como señala Perrot, debido a que se trata de un espacio sexuado donde varones y mujeres se encuentran, evitan o buscan. (Perrot, 1997: 8). Annie Fraser se desenvolvía en el espacio público de los negocios y de la vitivinicultura mendocina, tomaba decisiones, compraba y vendía propiedades en un ámbito reservado tradicionalmente a los varones; por ello, consideramos que rompía con los estereotipos vigentes y los papeles asociados cultural y socialmente a las mujeres hacia principios del siglo XX.
En 1910 llegó a Mendoza un político italiano que disertó en el Teatro Municipal sobre la “Psicología de la Mujer” e insistió en que ella era inferior al varón. Sus aseveraciones dan cuenta de la permanencia de las ideas vertidas para finales del siglo XIX, mencionadas al iniciar este trabajo.
Siempre fue la mujer esclava del hombre y hoy sigue siéndolo aunque bajo formas corteses y delicadas. Es algo inherente a su naturaleza que necesita someterse.
Los estudios hechos por Cesar Lombroso (...) nos demuestran que la mujer es inferior al hombre. Su talla, su fuerza muscular, su facultad perceptiva y analítica son menores que las del varón. La mujer es como un estado transitorio entre el niño y el hombre. Su voz es aguda, su dolor se manifiesta en formas teatrales, se deja llevar de la inspiración, del instinto, de la pasión, que no es más que inferioridad y desequilibrio. Su cerebro, que es el órgano del pensamiento, es más pequeño que el cerebro del hombre. Hasta sus ojos ven menos que los del hombre. (La Industria, 25 de septiembre de 1910: 5).
Enrico Ferri fue ovacionado por el público presente al terminar la conferencia; los aplausos fueron una clara señal de reconocimiento a su persona y, por supuesto, a su pensamiento. En dicho contexto, la energía que mostraba Annie Fraser al encarar personalmente la dirección de su compañía seguía resultando “rara” y poco común para sus contemporáneos.
Años más tarde, Enrique E. Rivarola seguía insistiendo en la desigualdad entre los sexos y en los ámbitos diferenciados. En un artículo titulado la “Condición jurídica de la mujer” afirmaba que “la mujer ha nacido para el hogar y el hombre para la calle” (Rivarola en Elaskar, 2005: s/p) y en otro pasaje señalaba:
La desigualdad de los sexos ha impuesto la desigualdad de las costumbres y la desigualdad de los derechos. Es evidente que la naturaleza no asigna a la mujer el mismo destino del hombre. La mujer tiene en la vida la misión del hogar; el hombre, la acción exterior que protege ese hogar... Los medios de que la mujer dispone para realizar su destino, son también diferentes de los que el hombre dispone. Hay comúnmente en la mujer más corazón que cabeza; hay en el hombre, por lo general más reflexión que sentimiento. (Rivarola en Elaskar, 2005: s/p).
Para el escritor, como para muchos otros filósofos, médicos y juristas de la época, la mujer se debía a la familia y al hogar. La calle era el ámbito en el que se desenvolvían los varones. Por ello, Annie Fraser era un caso excepcional, se trataba de una mujer que se movía en el ámbito público, de poder y administraba su compañía y propiedades mientras que las demás mujeres, que también habían enviudado, seguían desenvolviéndose en el ámbito familiar y doméstico.
Hacia 1911 se disolvió la sociedad “Hector Innes y Compañía” y, al poco tiempo, falleció Thomas Innes en Chile. A cada uno de los socios le correspondió 288.406 pesos moneda legal. Annie Fraser recibió dinero en efectivo, material de bodega, terrenos y cinco lotes ubicados en Alto Godoy. (AGPM. 1911. Escritura N° 294. Protocolo N° 974).
Ella continuó al frente de sus propiedades y negocios pero abandonó Guaymallén y volvió a residir en la ciudad de Mendoza, fijando su domicilio en la calle Sarmiento (actual Emilio Civit) y Boulogne Sur Mer. A partir de entonces, la información sobre esta mujer y sus negocios en nuestra provincia comienza a descontinuarse y diluirse.
En cuanto a su descendencia, hasta el momento sabemos que su hija Anita Elizabeth se casó con Robert Edward Forrest, un inglés que trabajaba en la Western Telegraph Company de Uruguay en 1920 y que murió sin descendencia en 1925. Por su lado, Lilly Eileen se desposó con Hubert Brunel Mallet en 1925, tuvieron dos hijas: Myra Ana Mallet y Nancy Lily Mallet y se radicaron en Europa. En cuanto a Walter James, continuó viviendo en Mendoza y el 20 de diciembre de 1950 heredó el título de Baronet, convirtiéndose así en Sir Walter James Innes 15to Baronet de Balvenie y Edingight. Murió en nuestra provincia en el año 1978, sin descendencia10.
Aunque los datos sobre la vida y actuación de Annie Jane Fraser de Innes son fragmentados y parciales son suficientes para mostrar un caso singular dentro de la historia de la vitivinicultura mendocina de fines del siglo XIX y principios del XX y de la historia social regional, también.
Consideraciones finales
La vitivinicultura, además de ser una actividad económica, ha sido también el ámbito social que ha propiciado constantes relaciones entre varones y mujeres, las cuales han sido desiguales y asimétricas, en reflejo de lo que sucedía en la sociedad de la época.
Esta investigación ha recuperado las trayectorias sociales y económicas de un reducido grupo de esposas de empresarios vitivinícolas en Mendoza que, tras enviudar, quedaron al frente de los establecimientos de sus difuntos maridos a principios del siglo XX y se comportaron de modo diverso ante la misma situación.
La mayoría se apegó al modelo femenino vigente por entonces que colocaba a las mujeres en el ámbito familiar y doméstico y fueron muy pocas las que rompieron con los estereotipos y se desempeñaron en la esfera pública de los negocios y la administración personal del patrimonio. Olaya Pescara de Tomba y Narcisa Araujo de Guiñazú representaron a esa mayoría de mujeres que se mantuvieron apegadas a las tradiciones ya que, tras enviudar, continuaron desempeñándose en el ámbito familiar y hogareño. Aunque figuraron socialmente en los círculos más selectos y fueron conocidas por sus actividades benéficas, ambas, a su tiempo, delegaron en manos masculinas la dirección de sus propiedades y emprendimientos vitivinícolas.
El caso de Annie Jane Fraser de Innes fue diferente. Ella se comportó, inicialmente, como se esperaba de una mujer tanto en su Inglaterra natal como en la Argentina que la recibió: se casó y se dedicó a criar a sus hijos y llevar adelante su hogar; sin embargo, la muerte de su marido lo cambió todo. A partir de entonces, Fraser se desenvolvió en la esfera pública-masculina, en particular, en los negocios vitivinícolas en una época de grandes transformaciones para dicha actividad en nuestra provincia. Llevó personalmente adelante la compañía de su marido difunto y, además, diversificó su patrimonio y formó parte del grupo de bodegueros y destiladores mendocinos.
Esta trayectoria posiciona a Fraser de Innes como un antecedente de las mujeres vitivinicultoras y empresarias vitivinícolas de nuestra provincia que la sucederían.
Notas
1 Para ampliar el tema de la transformación económica producida en Mendoza entre fines del siglo XIX y principios del XX, se sugiere la lectura de los trabajos de Luis Alberto Coria López y Lidia Fortín de Iñones (1997), Rodolfo Richard-Jorba (1998 y 2006) y Patricia Barrio (2010).
2 Dichas ideas fueron desarrolladas por filósofos, juristas y economistas europeos y plasmadas, al mismo tiempo, en la literatura victoriana. En las obras de Jane Austen y las hermanas Brontë abundan los ejemplos de mujeres que se mueven en los ambientes domésticos y familiares reservados exclusivamente para ellas.
3 Participaban en las agrupaciones de caridad que por entonces había en Mendoza: la Sociedad de Beneficencia, la Sociedad Damas de Caridad y la Sociedad San Vicente de Paul.
4 En 1895, Emiliano Guiñazú inició su emprendimiento vitícola y, además de los viñedos, plantó alfalfa, lo que muestra de qué modo el pasaje del modelo ganadero-comercial al vitiviníco la-industrial fue lento y no abrupto, ya que durante algún tiempo ambos convivieron.
5 Dos de sus hermanos mayores heredaron, a su tiempo, el título de Baronet: Sir John Innes, 12do Baronet y Sir James Innes, 13er Baronet.
6 Registros de embarque de inmigrantes de la Dirección Nacional de Población y Migración proporcionados por el Museo de la Inmigración. Dirección de Asuntos Internacionales y Sociales. Dirección Nacional de Migraciones. Buenos Aires Argentina.
7 Archivo General de la Provincia de Mendoza, en adelante AGPM.
8 Agradecemos la información brindada por el investigador genealógico Sr. Luis César Caballero.
9 Uno de ellos estaba destinado a la fermentación y contaba con piletas de cemento, mientras que los dos restantes servían para la conservación de los caldos en vasijas de roble.
10 “The Peerage. A genealogical survey of the peerage of Britain as well as the royal families of Europe”. Disponible en: http://www.thepeerage.com/p48476.htm#i484758 (consultado el 02 de noviembre de 2013).
Bibliografía
Fuentes
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* Esta investigación se ha desarrollado en el marco de dos proyectos: el primero, “Historia de la Vitivinicultura a través de sus protagonistas” y el segundo, “Enciclopedia Virtual de la Historia de Mendoza”, ambos dirigidos por el Dr. Adolfo Omar Cueto y avalados por la Secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina.
RECIBIDO: 30-04-2014 ACEPTADO: 20-08-2014
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