Estela Premat.
“Tres haciendas jesuíticas en el Reino de Chile (Siglo XVIII) : Calera de Tango, El Buen Viaje y Puyuta”/ “Jesuits in the Kingdom of Chile (18th century). Three landed properties: Calera de Tango, El Buen Viaje and Puyuta”
RIVAR Vol. 2, N° 4, ISSN 0719-4994, IDEA-USACH, Santiago de Chile, enero 2015, pp. 57-70


Artículos

 

Tres haciendas jesuíticas en el Reino de Chile (Siglo XVIII): Calera de Tango, El Buen Viaje y Puyuta*

Jesuits in the Kingdom of Chile (18th century). Three landed properties: Calera de Tango, El Buen Viaje and Puyuta

 

Estela Premat**

**Argentina, UNCu., F.A.D., Profesora Titular, Dra. en Historia, UNCuyo, Mgter. en Arte Latinoamericano, UNCuyo, Arquitecta, UM. Correo electrónico: estelapremat@gmail.com

 


Resumen: La conquista de América tuvo función evangelizadora; por eso, las órdenes religiosas marcaron presencia. Además de su labor misionera, ejercieron actividades productivas, contribuyendo al sostén material de la comunidad. Las labores agrícolas de producción de alimentos y variados objetos para el desarrollo de la población estuvieron centralizados en los conventos, que fueron escuelas de oficios trasmitidos por los religiosos a los naturales y esclavos. Progresivamente, se convirtieron en actores fundamentales en economía y educación. El Reino de Chile contó con estas instituciones y las jesuíticas abundaron y descollaron dentro de su territorio, incluyendo la Provincia de Cuyo en el Chile Trasandino. Las haciendas de Calera de Tango, El Buen Viaje y Puyuta fueron tres referentes que merecen ser examinados.

Palabras Clave: Compañía de Jesús - economía y educación - Haciendas jesuíticas -agricultura e industrias de la colonia — Reino de Chile.


Abstract: America's conquest had an evangelizing role, therefore, the religious orders marked their presence. In addition to his missionary work, they exercised productive activities, contributing to the material support of the community. Farming and food production for the development of the population were centralized in convents, which were transmitted by trade religious schools to natural and slaves. Gradually, they became key players in the economy and education. The Kingdom of Chile had these institutions and the Jesuit abounded and excelled within its territory, including the Province of Cuyo in the Trans-Andean Chile. The estates of Calera, El Buen Viaje and Puyuta were three references that merit consideration.

Key Words: Compañía de Jesús (Order of Jesuits) - economy and education -Landed properties of Jesuits - agriculture and industries in Colony - Kingdom of Chile.


 

Introducción

La presencia eclesiástica en las colonias respondió al objetivo principal de evangelización de los naturales. Las órdenes religiosas llegaron a las ciudades americanas donde desarrollaron actividades productivas desde sus conventos. Se introdujeron y adaptaron especies vegetales y animales europeos. Mercedarios, dominicos, agustinos, franciscanos y jesuitas, dejaron testimonio de sus trabajos y su importancia en la economía conventual. Entre ellos, los jesuitas descollaron en el desarrollo de la vitivinicultura por la dimensión de sus viñas y bodegas.

El siglo XVIII fue significativo por los logros obtenidos. En el Reino de Chile, que incluía a Cuyo, fueron de especial interés la hacienda del Buen Viaje en Mendoza, la chacra de Puyuta en San Juan y la hacienda de la Calera de Tango, próxima a Santiago de Chile. La importancia de sus conjuntos edilicios, apropiados a las múltiples actividades de esas haciendas, merece estudio y difusión. El objetivo es analizar la información sobre las mismas, establecer analogías y divergencias por su adaptación al medio y a las necesidades específicas de cada una de estas tres comunidades.

 

Hacienda de Calera de Tango

Está situada en el Valle de Tango, 15 kilómetros al suroeste de Santiago, de donde dependió administrativamente desde el siglo XVII, cuando varias congregaciones religiosas se fueron afincando en el valle. Las primeras exploraciones giraron en torno a la minería, porque los terrenos eran poco aptos para la agricultura. No obstante ello, desde la ocupación indígena incaica se habían realizaron trabajos de canalización de aguas de regadío, los que permitieron cultivos autóctonos.

El propósito de la explotación minera, agrícola y artesanal fue el financiamiento del Colegio de San Miguel en Santiago. En 1685, compraron la Hacienda de la Calera a los Mercedarios, interesados en las minas de cal. La importante actividad extractiva practicadas por los jesuitas en los cerros de Lonquén y de su exportación hacia el sur chileno fue uno de los motivos de la denominación del lugar: Calera.

Al momento de su adquisición, el predio estaba ocupado por algunas construcciones de adobe levantadas por los mercedarios beneficiando las actividades agrícolas. A ellas, los jesuitas sumaron nuevos depósitos y habitaciones para los mineros. El conjunto, construido entre 1740 y 1760, respondió a la conveniencia de reunir allí a 38 miembros de la Orden llegados desde Alemania. Esto fue tras el terremoto de 1730 que afectó Santiago y sus alrededores, que habría inutilizado las primeras construcciones con horcones en sus corredores (Benavides C., 2006: 23-28). Debido a la excelente administración, a pocos años de su compra por 2100 pesos, las ganancias permitieron pagar los 1.800 pesos restantes del valor de la propiedad. Para activar el laboreo, instalaron la casa de los religiosos hacia 1724. El grupo de religiosos y hermanos coadjutores de origen bávaro, creció hacia 1748 con una segunda expedición. Entre ellos hubo artistas y artesanos seleccionados por la calidad de sus obras y probada preparación, con lo que convirtieron la explotación agrícola y minera de Calera de Tango en el más importante centro artístico y artesanal del Reino. Aumentaron las construcciones para talleres de fundición, relojería, mueblería, platería e hilanderías. Los talleres artesanales de herrería y carpintería, incluidos en esta unidad de producción múltiple, fabricaron herramientas de labor, en lo que fueron pioneros.

En 1750 construyeron un túnel para regar un rincón de doce cuadras, muy propicio para el cultivo de la viña, pues la configuración de los cerros las protegía de las heladas. Abrieron una boca- toma, utilizando las aguas del Maipo, de la cual se surtían las acequias para sus potreros, permitiendo incrementar la producción agrícola y su mayor diversificación. A mediados del XVIII desde Calera de Tango se abastecía la numerosa comunidad religiosa y su labor evangelizadora, jamás descuidada, debido a las labores artísticas y artesanales más las derivadas de la minería y la agricultura.

Los datos obtenidos nos indican que Calera de Tango tuvo desarrollo vitivinícola, pues contaba con una viña situada en un lugar privilegiado y una bodega con la más avanzada tecnología del momento. Se realizaron allí estudios experimentales para optimizar la calidad de sus productos (Hanisch Espíndola, 1974: 112) aunque no fue un centro de producción de vinos tan destacado por su volumen y calidad como fueron las bodegas de la orden en el obispado de Concepción (Sánchez Andaur, 2006: 92-103).

Las casas de Calera de Tango adquirieron auge en el siglo XVIII (1748-1760). Gran parte del proyecto y dirección de estas obras se adjudican al hermano coadjutor Pedro Vogl o Fogel, dato cuestionado por el arquitecto Benavides C., pues en Calera de Tango predomina la técnica del adobe aparejado, de 0,80 m de espesor, con su techumbre armada de madera de roble, ciprés y espino y cubierta de tejas rústicas de arcilla. La edificación es de muy baja altura por los sismos. Esto contradice la formación del artista bávaro, pero se observa su intervención en la iglesia por su tratamiento espacial y tipología jesuítica de una sola nave sin coro.

 

Figura 1: Perspectiva aérea de la hacienda jesuítica de Calera de Tango

Fuente: Benavides C., 2006: 28

 

Figura 2: Planta de las casas jesuíticas de Calera de Tango. Plano que acompaña el Inventario de las Temporalidades de 1767

Fuente: Benavides C., 2006: 25

 

Se trata de un vasto conjunto de edificios de una sola planta organizados a partir de patios interiores que generan una envolvente cerrada al exterior. El diseño, estrictamente ortogonal, con patios1 de dimensiones variables. El primero servía a la iglesia y a la puerta principal, donde había un reloj de sol y estaba la herrería2.

La iglesia, terminada en 1761, marca el eje central, dominante del conjunto. La iglesia,

que es toda fábrica de adobe y teja, bien enmaderada y entablada por de dentro. Con su torre de lo mismo y en ella tres campanas; siendo todo nuevo. Como también todas sus puertas que es de tablones, en la que se halla un altar que es el mayor. El cual existe desde la superficie de la Pieza, hasta su Techo donde está colocado el Santísimo Sacramento con dos bultos en sus nichos el huno de Nuestra Señora del Rosario y el otro de San Francisco Javier, y a sus lados pendientes de techos, otros dos pequeños. El uno de San Ignacio, y el otro de la Sagrada advocación de San Francisco Javier (Benavides, 1965: 22, cita 8).

En su interior había tres altares de retablo y quince lienzos grandes de varias advocaciones con sus marcos dorados (Hanisch Espíndola, 1974: 112). La presencia de artistas y artesanos bávaros dio prestigio a los talleres de Calera de Tango. Deben haber sido obras de excelente calidad. El listado de Temporalidades incluye andas, confesionarios, bancas, alfombras, muebles y ornamentos.

 

Figura 3 : Fachada de la capilla de la hacienda “Calera de Tango” construida por los jesuítas en el siglo XVIII.

Fuente: Benavides R., 1941: 2783

 

Los tres primeros patios, los principales, tienen un eje secundario norte-sur y dimensiones de unos 50 metros de lado. Los zaguanes los intercomunican, situados al centro del tramo, dando perspectiva desde el acceso al patio de las ramadas sin restar privacidad a cada sector. El segundo patio, de la residencia de los religiosos, tenía un jardín con parral en cruz con diversas flores en su medianía y diez naranjos frutales. Está rodeado de corredores con pilares de ciprés y bases de ladrillo que anteceden a las 19 celdas, el refectorio y la sala capitular. En este claustro coexisten dinteles de madera y puertas de cuarterones y carretillas con las sopandas de los pilares y algunas puertas de talla barroca, limitadas intervenciones del hermano Vogl ante el predominio de la tradición hispano-criolla. También tenía su sala de recreo o “truco” y un espacio reservado para una pequeña biblioteca que contaba con 90 libros, 17 de ellos en griego y uno en hebreo (Hanisch Espíndola, 1974:108). También poseía un recinto donde guardaban las herramientas de la hacienda y estaban los talleres de platería y relojería con sus depósitos de materiales y utillaje.

Hubo una casa de Ejercicios Espirituales con celdas y refectorio en torno a uno de los patios. Los edificios son todos de adobe y tejas, con sus puertas y ventanas con cerraduras. Ésta aparece en el Inventario de Castro (1767): “tres casas a medio hacer para ejercicios de madera correspondiente” (Hanisch Espíndola, 1974: 73-74). Los ejercicios fueron inicialmente para escogidos y desarrollados individualmente, luego se abrieron a otros grupos. Esta actividad, en Chile, se inició a comienzos del siglo XVII en el Colegio Máximo, pero en el XVIII estaba extendida a todas sus residencias incluyendo las de Mendoza y San Juan.

 

Figura 4: Claustro de uno de los patios principales del conjunto

Fuente: Benavides C., 2006: 28.

 

Las condiciones necesarias a las industrias no requirieron de instalaciones especiales: eran semejantes entre ellas. Sólo su tamaño y ubicación debían adecuarse. El tercer bloque tenía dos alambiques, donde destilaban aguardientes. La bodega, donde practicaban los más adelantados sistemas de vinificación, contaba con tres lagares y 84 tinajas para el vino. Al momento de la expulsión, 64 estaban llenas con 1392 arrobas (Navarro García, 2012: 704).

Desde este patio por un zaguán se pasaba al batán, asistido por una rueda grande movida por la fuerza del agua que corría por una canaleta encima de una pirca de media cuadra de largo. En el cuarto patio, donde realizaban el obraje de paños (bayetas y sayales), tenían instalaciones para teñirlos. El taller era grande, con cinco ventanas y una puerta. En el corredor seis ruedas de hilar, cardas y peines. Había seis telares corrientes de tejer telas y otro mayor para tejer paños con todos sus implementos. Un cuarto pequeño servía de depósito de hilos y telas.

En el quinto patio se desarrollaban las tareas relativas a la cocina y el horno de amasijo. Era el patio más propicio para la faena de animales para alimentación. El sexto patio estaba rodeado de las construcciones destinadas a los sirvientes y sus familias. El séptimo era el de “la recogida”; el octavo el corral de animales. El noveno ocupado por los plateros, el décimo era el patio del batanero y el undécimo el gallinero y arboleda.

Los espacios destinados a las tareas agropecuarias tenían construcciones diferentes, cuya transparencia destacaba la relación interior-exterior. Las bodegas y demás dependencias destinadas a otras mercaderías, herramientas y útiles, requirieron de espacios cerrados por gruesos muros. Estaban ubicados en las zonas de cultivo y pastoreo. Los dos molinos de la hacienda distaban unas cuatro cuadras. En la explotación de cal, se hallaron 16 fanegas de este producto en sus galpones y hornos.

Las características jerárquicas, compositivas y materiales de la hacienda jesuítica de Calera de Tango están signadas por el orden: ortogonalidad, horizontalidad, secuencia de patios y corredores, el adobe y la teja. Es un arquetipo de la arquitectura rural de Casas Patronales del Valle Central de Chile (Benavides C., 1981).

Tras la expulsión de la orden en 1767, la hacienda pasó a poder de la Corona Española, representada por la Real Junta de Temporalidades, que tras sucesivos arriendos, debido al deterioro sufrido, decidió su remate público en 1783, adquiriéndola la familia Ruiz Tagle por 3.000 pesos. El presbítero Joaquín Ruiz-Tagle Larraín recibió la propiedad como legado. En 1912, tras su muerte, el religioso la devolvió a los Jesuitas.

 

Hacienda de la Viña, del Buen Viaje o de la Cañada (Mendoza)

Tras diversos viajes realizados por los Jesuitas desde Santiago a Mendoza, los pobladores de esta ciudad, muy conformes con la labor realizada por los padres, solicitaron al Superior de la Orden, residente en la capital del Reino, el envío de un grupo de ellos que se instalaran en las ciudades cuyanas. Los Jesuitas llegaron a Mendoza en 1608 y se establecieron en un solar frente a la Plaza Fundacional de la Ciudad , donado a la Compañía por el capitán Lope de la Peña y su esposa. Allí establecieron su núcleo principal, construyeron la Iglesia, la Casa de los padres y el Colegio. Como en toda América, sus misiones y colegios debían auto sustentarse y mantener a los religiosos y seglares que participaban de sus empresas. Los jesuitas recibieron donaciones de tierras, las intercambiaron con otras órdenes, compraron propiedades valiosas cuya producción y comercialización garantizaba las ganancias necesarias para lograr sus fines. La hacienda de La Viña o del Buen Viaje, situada en tierras donadas por Da Inés de León Caravajal de Lope de la Peña en 1618, fue la más importante y constituyó una unidad de producción múltiple. La hacienda estaba situada al norte de la cuadrícula con límite oeste en la calle de la Cañada, por donde se iniciaba el viaje hacia Santiago, a pocas cuadras de la Plaza. Esta proximidad fue una constante que marcaba el fuerte vínculo entre la hacienda y la institución central a la que beneficiaba.

Los Inventarios de Temporalidades levantados cuando fueron expulsados los jesuitas, detallan exhaustivamente la complejidad de La Viña y todo cuanto servía a sus trabajos diversificados: cultivo de vides y bodega para la fabricación de vinos y aguardientes; talleres donde tejían telas de diversas calidades. La botijería que proporcionaba envases para diversos usos, especialmente para los vinos y loza doméstica. Se dedicaron a la crianza de aves y ganado para consumo propio. Construyeron almacenes para conservar diversos productos: brea para impermeabilizar las botijas, barro para su confección, leña para el funcionamiento de los hornos, y cueros. También hubo talleres de fundición, fragua y herrería, así como hornos de cal y ladrillos. Tenían un molino, panadería y panificio.

Próximos a estas instalaciones, estaban el cuartel de los braceros, predominantemente negros esclavos, y el Monasterio de las esclavas o habitación de las solteras. La hacienda del Buen Viaje tuvo su mayor esplendor en el siglo XVIII. Vendían sus productos en las pulperías de la ciudad, aunque no hacían la explotación directa de estos comercios.

La hacienda poseía una Capilla en honor a Nuestra Señora del Buen Viaje o de Loreto, quizás construida antes de ser propiedad de los Jesuitas, efectivizada hacia 1632, después del fallecimiento de la donante, doña Inés de León Caravajal, devota de esta advocación. Junto con la imagen, donó las joyas, el ajuar y un monto de dinero para su culto. En un inventario realizado entre 1693 y 1696, aparece detallada la descripción de esta Capilla y su ajuar. Esta imagen del Buen Viaje, fue originariamente la de Loreto, entronizada en la iglesia principal de los Jesuitas, quienes la recibieron como parte de la donación de Lope de la Peña. Cuando se inauguró la nueva Iglesia frente a la Plaza, la imagen se cambió y fue entronizada la de la Inmaculada Concepción. Se supone que la imagen de Loreto o del Buen Viaje, fue trasladada a la hacienda de la Viña (Verdaguer, 1931).

 

Figura 5: Plano de la ciudad de Mendoza (1761)

Fuente: Archivo General de Chile - Santiago. Plano N° 347. Plano de Mendoza y tierras del Convento de Bethlemitas. 1764, Vol. 1006, fs.242

 

La Capilla del Buen Viaje o de La Viña fue inicialmente utilizada por los servidores y esclavos de la hacienda. La original fue reemplazada por una iglesia donada por don Manuel de Escalante en el siglo XVIII. En 1727 se instaló la Casa de Ejercicios cuyos participantes compartieron, pues estaba, según los documentos de la época, “a las puertas de la ciudad”, en la calle de “la Cañada” por donde se accedía a la propiedad.

La segunda iglesia está descrita en el Inventario de Temporalidades:

La iglesia de Ntra. Sra. del Buen Viaje tenía 36 varas de largo y siete y un pie de ancho, toda ella construida de cal y ladrillo, de bóveda, con su cúpula o media naranja, con su coro en alto y sus dos torres. En estas había una campana grande y cuatro pequeñas. Contaba el templo con dos puertas, de dos manos (Furlong, 1949: 39).

Según el padre Enrich, era de orden jónico en su exterior e interior; su nave tenía un crucero formado por dos capillas laterales afuera del presbiterio, con planta cruciforme. Conforme a los Inventarios de 1767, en el interior el altar mayor tenía un retablo dorado con “un bulto de Ntra. Sra. del Buen Viaje con corona de plata, pendientes de oro, vestido de damasco blanco, con puntas de oro, pulsera de corales”. El resto del altar tenía nichos con imágenes de bulto de los santos jesuitas. Había un altar secundario, con retablo sin dorar, dedicado a San Estanislao. La iglesia poseía numerosos lienzos, algunos de gran tamaño, con figuras de culto religioso (Furlong, 1949: 39-40). También informa sobre las celebraciones y bautismos de miembros de importantes familias mendocinas en esta iglesia, señalando su importancia dentro de la comunidad.

Junto a la iglesia, estaba la casa de los padres que cumplían tareas administrativas, el capellán y los religiosos de paso. Era un cuadrilátero rodeado de corredores, con 5 pilares en dos de sus lados y 7 en los restantes. Éste rodeaba un patio, llamado de Ntra. Sra. del Buen Viaje. Las construcciones no eran sólo celdas, sino también, para asegurar su control, estaban el lagar y otras dependencias (Furlong, 1949: 39-40).

La Casa de Ejercicios fue construida hacia 1727 y reemplazada en 1747 por otra más confortable. Contaba con las habitaciones necesarias: 25 cuartos y un salón refectorio. Habían iniciado también la construcción de un oratorio anexo, para mayor privacidad a los asistentes, proyecto nunca acabado. Ambas Casas de Ejercicios se ubicaban a corta distancia de la iglesia, que servía también para las reuniones generales (Furlong, 1949: 35).

En el Acta de Posesión y Tasación de Bienes, aparece descrito literalmente:

Primeramente tasamos una Bodega que se alla en el patio de Nuestra Señora del Buen Viaje. De oriente a poniente con 38 varas de largo y 6 de ancho y en ella tres lagares de cal y ladrillo. El uno de 7,33 varas de largo y 5,33 de ancho, el otro de 4,33 de largo y 4 de ancho con sus respectivos pilones de 10 a 12 arrobas cada uno con más un altillo que se alla sobre los lagares, y el Corredor que cae a dicho patio y en él construidos 2 cuartos de media agua con su respectivo terreno, en $800.”

En la hacienda de la Viña se halló una bodega, dos lagares, 71 tinajas con un total de 1058 arrobas de vino, y otras 6 con 78 arrobas de vino tinto y blanco, y otras 6 con 73 arrobas de vino, más un barril con media carga de vino, más cuatro tinajas retobadas en cuero, más 54 botijas, y se halló una botijería y un horno de cocer botijas y un granel de 100 fanegas de trigo.

Había, además, una panadería, una carpintería y una herrería, dependencias que servían igualmente a la Casa de los Padres, al Santuario de Nuestra Señora, y a la Casa de Ejercicios, existentes en el mismo solar4

La referencia a su orientación indica que los lados mayores del edificio, con sus puertas y ventanas, daban al norte y al sur. En el Inventario de Temporalidades5 de 1767, cuando la expulsión de la Orden, se especifica que la Bodega tenía dos puertas de dos manos con cerraduras y llaves y una ventana con rejas de madera. En relación a los lagares, dice que son dos más una lagareta con sus respectivos pilones, sin especificar sus dimensiones ni capacidad.

En el folio 85v. del Inventario de 1767, se describe la Viña con bastante precisión: “estaba cercada la propiedad con una pared, lindando al norte con tierras de los jesuitas, y al oeste con la Casa de Ejercicios, el corralón y la ranchería y el Camino Real a Chile. Estaba dividida en diez cuarteles, un brasero y un corral de moscatel recién plantado con rodrigones de algarrobo, de 275 plantas. El total de cepas eran 48.909 plantas”. Todo indica la importancia de esta hacienda tanto para la comunidad jesuítica, como para la ciudad

 

La chacra de Puyuta (San Juan)

En la carta anua de 1649 se describe la misión de dos jesuitas de Mendoza en la ciudad de San Juan. En 1655 fundaron la residencia allí gracias a la donación del capitán Gabriel de Mallea: “de una estancia, una viña y una casa en el centro de la ciudad junto a la Plaza en beneficio de sus actividades pastorales” (López Chávez, 2005: 38).

En 1663 el provincial indicó en la carta anua que la residencia de San Juan “tiene ya bastante renta, en viña, molino, estancia, esclavos y ganado, para ser colegio”6 (López Chávez, 2005: 39). Tres años después, la insuficiencia de sacerdotes jesuitas obligó a interrumpir esta misión y cerrar el colegio. Hacia 1712 regresaron gracias a las donaciones de bienes inmuebles por familias sanjuaninas.

Los vecinos de San Juan y los jesuitas aunaron sus intereses e iniciativas educativas y pastorales, por eso fomentaron la creación de instituciones elementales. Entre varias posesiones de tierras, adquiridas por compras o por donaciones, la chacra de Puyuta, llamada “la viña de arriba”, fue origen de una organización económica que permitió sustentar la iglesia y el colegio. Un jesuita sanjuanino, el P. Pedro José Jofré, para propiciar los ejercicios espirituales propios de la Compañía, donó su herencia familiar, la “viña del padre Jofré” para Casa de Ejercicios.

Los jesuitas construyeron en San Juan organizaciones productivas para solventar las misiones y la gran cantidad de personas necesarias para sus empresas, desde los sacerdotes a los esclavos negros. No buscaron la ganancia rápida, sino que persiguieron objetivos duraderos, con vínculos comerciales serios y confiables. En Cuyo, la actividad agropecuaria se convirtió en base económica, especialmente por la producción de vinos y aguardientes. Sus mercados estaban dirigidos al Río de la Plata, el Litoral y el Paraguay. Los altos costos del transporte se justificaban para productos de mayor valor agregado, como los aguardientes sanjuaninos, y retornaban las carretas con productos textiles acabados.

La documentación más antigua relacionada con Puyuta se remonta a 1727, pero los jesuitas tenían tierras allí desde antes. La continuidad documental referida a la actividad productiva comienza en 1733, según los libros de cuentas y gastos e inventarios de la residencia. En 1734 registraron 3.800 plantas de viña y un molino en construcción. En 1767, en el Inventario de la expulsión, la viña tenía 12673 plantas, triplicando la superficie cultivada y extendiendo los límites de la propiedad cuyos suelos eran de alta calidad, provistos de canales de regadío. Se trataba del valle de Ullum-Zonda, tierra de asentamiento de los huarpes, cuyo estero y proximidad al río San Juan propician el oasis. Las más importantes fincas del XVIII estaban en esos territorios.

El Puyuta inicial era de unas diez cuadras y se fue extendiendo por medio de adquisiciones y permutas. En 1767 dejaron 41 cuadras, unas 61,5 has. El límite este de la propiedad estaba más o menos a una legua extramuros de la ciudad de San Juan, unas cuarenta cuadras hasta la Plaza de Armas. La ubicación aproximada de la finca era el espacio circundante del estero de Zonda, la quebrada y valle de Zonda, extendiéndose por el norte hacia Ullum y conexa a la acequia de la ciudad o grande de Zonda, cuya toma estaba en la ciénaga de ese lugar.

La chacra tenía una bodega de unos cuarenta metros de largo con dos lagares de piedra laja, alambiques de cobre de Coquimbo y demás implementos para elaborar y almacenar vinos y aguardientes: la botijería con sus hornos. Nada indica que allí se utilizara el tradicional lagar de cuero de buey. Los libros de gastos especifican el uso de cal y canto y piedra laja para su construcción: “... se hizo en la chacra un lagar de cal y canto con su piquera” (1744). “Se hizo un lagar nuevo de lajas con su piquera” (1748). “Se volvió a levantar las paredes de un lagar ym el lagar también que la avenida había derribado, y las ormigas habían trasminado.” (1751) (López Chávez, 2005:77).

La hacienda poseía un molino harinero para consumo propio y producía un interesante remanente que se comercializaba en la pulpería de los jesuitas, camino a la ciudad. Tenía su huerto de frutales y diversos cultivos de vegetales que sustentaban la mano de obra del lugar.

La chacra de Puyuta fue un centro de comercio y de oración. Tanto en sus casas como en la pulpería se vendían al menudeo los productos que elaboraban: aguardiente, harina, jabón, pan. El lugar tenía una capilla dedicada a la Virgen de los Desamparados, que congregaba a los fieles lugareños y a los trabajadores de la hacienda para las prácticas religiosas. Por los sismos no quedan restos materiales de este complejo ni documentación gráfica de la época.

 

Figura 6: Ubicación de la chacra y su relación con la ciudad. Croquis.

Fuente: López Chaves, 2001: 79.

 

Conclusiones

Las haciendas jesuitas del Reino de Chile en el siglo XVIII fueron contemporáneas. La de Mendoza fue fundada en 1612, precediendo a las de Santiago y Puyuta iniciadas hacia l730.

Estuvieron situadas a corta distancia de las ciudades principales donde se establecieron los colegios y residencia que sostuvieron. Su ubicación territorial vinculada a un curso de agua, canales artificiales en nuestros tres casos, abastecían el consumo y permitieron el funcionamiento de los molinos. Estaban cercadas de adobón marcando sus límites y protegiendo los bienes.

En los tres casos constituyeron unidades productivas múltiples. También desarrollaron vitivinicultura con distintos grados de protagonismo. Cada cual sobresalió en un rubro productivo: la orfebrería, relojería y artes religiosas en Calera de Tango, el aguardiente de Puyuta y los vinos en La Viña de Mendoza.

La arquitectura fue simple, horizontal, articulándose la composición espacial a través de patios dedicados a diversas actividades. Estos espacios eran más o menos accesibles y protegidos según sea el tipo de producción a que se destinaron.

Los materiales predominantes son el adobe, la madera, la piedra, los techos de torta de barro y paja en Cuyo y con cubierta de tejas en Chile, acordes al clima y la geografía regional.

En los casos de Mendoza y Calera de Tango, las instalaciones de las capillas fueron centro de atención y el eje de cada conjunto edilicio. El ajuar de las iglesias fue valioso por su calidad artística y el uso de materiales preciosos. Debido a los sismos, en Cuyo se han perdido las instalaciones que nos ocupan, pero no así en Calera de Tango, donde fueron reconstruidas a partir de planos del siglo XVIII. Podemos inferir que las cuyanas eran similares a las del Valle Central, ya que respondieron siempre a los tipos de arquitectura rural criolla. Por eso pueden encontrarse similitudes con estancias jesuíticas como las de Córdoba, por ejemplo, lo que sería un aspecto interesante a desarrollar.

 

Notas

1 Hanisch Espíndola (1974:112) menciona siete patios según el Inventario de Temporalidades de 1767. El arq. Juan Benavides Courtois, en Conjuntos arquitectónicos rurales, determina su número en once, aludiendo al mismo documento.

2 Benavides C. transcribe el detallado inventario de los objetos, materiales y herramientas propios de esta actividad (1997:112).

3 Benavides, 2006: 23-28.

4 Inventario de Temporalidades e los Jesuitas. Autos de Mendoza. Fs. 73 y siguientes.

5 Publicado por Adriana en Schávelzon, Daniel (Coord.). 1998: 197 y sigs. (Fo. 73 y sigs).

6 T<<Letra annua, año 1663, ARSI, Chile 6: Chilensis Annuae, 1615-1690.

 

Bibliografía

Benavides Rodríguez, Alfredo. La Arquitectura en el Virreinato del Perú y en la Capitanía General de Chile. Santiago de Chile, Ed. Ercilla, 1941.

Benavides Courtois, Juan. Historia del arte del Reino de Chile. Santiago de Chile, Universidad de Chile, 1965.

Benavides Courtois, Juan, et al. Conjuntos arquitectónicos rurales. Santiago de Chile, Universidad de Chile, 1981. Geografía cultural de Calera de Tango. Municipio de Calera de Tango. En: www.calera-detango.cl/historia.html (Consultado15/09/2008).

Benavides Courtois, Juan- “Hacienda jesuítica de Calera de Tango, Chile”. En: Lolich, Liliana et alt, Haciendas y estancias en América Latina. Buenos Aires, Cedodal, Facultad de Arquitectura, Universidad Autónoma de Yucatán, 2006: 23-28.

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*Proyecto FONDECYT 1080210

RECIBIDO: 25-08-2014 ACEPTADO: 09-09-2014

 


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