Paula Palacios.
"Transformaciones agrarias en los territorios rurales de Argentina: el caso de la retracción de la fruticultura en el noreste bonaerense" / "Agrarian transformations in rural territories in Argentina: the case of the shrinking of fruit production in northeast Buenos Aires".
RIVAR Vol. 2, N° 5, ISSN 0719-4994, IDEA-USACH, Santiago de Chile, mayo 2015, pp.102-119
Artículos
Transformaciones agrarias en los territorios rurales de Argentina: el caso de la retracción de la fruticultura en el noreste bonaerense*
Agrarian transformations in the rural territories in Argentina: The case of the shrinking of fruit production in northeast Buenos Aires
Paula Palacios**
**Paula Palacios es Argentina, Profesora Investigadora del departamento de Geografía, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata (FaHCE-UNLP), y del Laboratorio AGRITERRIS, sede La Plata, Departamento de Desarrollo Rural, Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales, Universidad Nacional de La Plata (FCAyF-UNLP). La Plata, Argentina. Magíster en Integración Latinoamericana, Licenciada y Profesora en Geografía y Doctoranda en Geografía. Correo electrónico: palacios.ep24@gmail.com
Resumen
Este artículo avanza en el conocimiento de la dinámica de las transformaciones territoriales que se manifiestan en la denominada Cuenca Frutícola del Noreste de la Provincia de Buenos Aires, focalizando la atención en el Partido de San Pedro a partir de 1990. Desde las primeras décadas del siglo veinte conforma un área de producción de cítricos y frutas de carozo (principalmente naranja de ombligo y duraznos), cuyo destino fundamental es el mercado interno, no obstante en la actualidad la superficie frutícola se encuentra en retracción, mientras crece el área con cultivos extensivos orientados a la exportación. Asimismo el trabajo rescata la visión de los productores de frutas y de otros actores sociales relacionados con la actividad, sobre los procesos agroproductivos que acontecen en dicho espacio geográfico. El abordaje metodológico utiliza datos primarios que provienen de entrevistas realizadas a productores y empacadores e informantes clave que se triangulan con fuentes estadísticas y literatura afín.
Palabras clave: fruticultura, transformaciones territoriales, provincia de Buenos Aires.
Abstract
This article advances our knowledge of the dynamics of territorial transformations manifested in the Northeast Fruit Basin of Buenos Aires Province, focusing our attention on San Pedro district since 1990. Since the earliest decades of the twentieth century the area became a production center of citrus and stone fruits (mainly navel orange and peaches), whose main destination is the domestic market, however at present the fruiT s cultivated surface is in retraction, while the area devoted to extensive field crops, oriented to exportation is growing. This work also rescues the vision of the fruit growers and other social actors linked to the activity, on the agricultural productive processes that happens in this geographical space. The methodological approach uses primary data from interviews done to growers, packers and key informants which were triangulated with statistical sources and related literature.
Key words: fruit growing, territorial transformations, Buenos Aires province.
Introducción
En las últimas décadas se ha implementado en la Argentina una serie de políticas económicas que afectaron diferencialmente al sector agrario y desencadenaron una nueva fase del proceso de agriculturización de la actividad primaria. Particularmente en la región pampeana se produce una expansión agrícola, sostenida por importantes tasas de crecimiento en la superficie implantada con el cultivo de granos exportables como el trigo, maíz, girasol, sorgo y principalmente soja, oleaginosa que se expande rápidamente en pocos años. Este proceso impulsa un incremento en la productividad apoyado por la introducción de un nuevo paquete tecnológico -biofertilizantes, herbicidas, semillas transgénicas, maquinarias de gran escala- y la siembra directa, que permiten reducir los costos de producción. Como contrapartida, la actividad ganadera se ve desplazada hacia zonas marginales del área. Asimismo se incrementa la concentración de la tierra en pocas manos, el deterioro de las condiciones de reproducción de los productores, especialmente los pequeños y medianos, y el alejamiento de otros de la actividad. Surgen nuevos actores, conflictos e intereses y se intensifica la presencia del capital y la necesidad de una mayor capacidad financiera para afrontar procesos productivos por parte de los agentes involucrados. De esta forma, se consolida un sistema agroalimentario y agropecuario vinculados a los complejos agroindustriales y a las empresas trasnacionales que marcan las pautas de producción y consumo.
Los cambios mencionados no son neutros en términos espaciales, puesto que repercuten en la dinámica de conformación, construcción y organización de los territorios, dado que en ellos coexisten lógicas productivas y sociales diversas debido a los distintos posicionamientos de los actores sociales que intervienen. Dichos posicionamientos están atravesados por la influencia de procesos multiescalares.
En este sentido, se argumenta que el territorio se construye diferencialmente a través de las prácticas sociales, ya que éstas dan cuenta del tipo de espacio-territorio construido (Manzanal, 2007:33). La autora señala que cuando se pretende explicar las causas que dan como resultado las distintas formaciones espaciales, aparece la noción de territorio asociado con el ejercicio del poder, dado que el mismo es la síntesis de las relaciones de poder espacializadas, tanto materiales como simbólicas, porque se construye diferencialmente según las percepciones, vivencias y concepciones de los actores sociales que lo conforman. En este sentido Haesbaert expresa que
el territorio puede ser concebido a partir de la imbricación de múltiples relaciones de poder, del poder más material de las relaciones económico-políticas al poder más simbólico de las relaciones de orden más estrictamente cultural (Haesbaert, 2007:8).
Entendemos entonces que el territorio es una realidad construida a partir de procesos complejos condicionados por factores físicos, institucionales, sociales y culturales donde adquieren relevancia las relaciones de poder. También es el resultado de una herencia histórica, expresada en un entramado de relaciones sociales que están en constante reconfiguración debido a causas económicas, sociales y políticas que se dan en el presente (Valenzuela y Scavo, 2009:23). En otros palabras, el territorio está en permanente construcción, nunca acabado; en él participan actores con disímiles capacidades y potencialidades para intervenir y modificar la realidad existente, por lo tanto constituye un ámbito ideal para el análisis, debido a que nos muestra la complejidad de su uso y también la estructura global de la sociedad (Santos, 2002 en Haesbaert 2007:18).
Desde esta mirada el artículo analiza y explica la dinámica de las transformaciones territoriales que se manifiestan en un área denominada Cuenca Frutícola del Noreste de la Provincia de Buenos Aires, focalizando la atención en el Partido de San Pedro a partir de la década de los años '90 hasta la actualidad (Figura 1)1 ¿Cómo evoluciona el área implantada con frutales? ¿en qué contexto y porqué se produce la retracción de la superficie con frutales? ¿afecta a todos los productores frutícolas por igual? son interrogantes que surgen y que trataremos de responder a lo largo de estas páginas en pos de rastrear el origen de las transformaciones del territorio y la incidencia de las mismas en los espacios rurales.
El artículo también rescata la visión de los productores frutícolas y otros actores sociales relacionados con la actividad sobre la realidad que viven y sobre los procesos agroproductivos que acontecen en dicho espacio geográfico. Esto permite no sólo realizar un análisis micro sino también dar cuenta de una situación que puede trascender el marco local.
La información primaria proviene del resultado de las entrevistas en profundidad realizadas a productores frutícolas locales (representan aproximadamente el 40% del total) así como a empresas integradas (con empaques de clasificación y procesamiento de fruta ubicados en el partido de San Pedro), e informantes clave locales y extra locales (técnicos, proveedores de insumos, referentes de organizaciones públicas y privadas) efectuadas en distintos momentos del ciclo productivo ente los años 2011 y 2013 y re entrevistas a casos seleccionados realizadas en 2012 y 20132; las mismas se triangulan con información estadística disponible y literatura afín.
En los apartados siguientes se presentan rasgos distintivos de la estructura productiva del área. Luego la escala de análisis se ajusta al partido de San Pedro, su estructura agraria y la caracterización de los productores frutícolas. Por último se analiza la mirada de los actores sociales, especialmente de los productores frutícolas sobre los impactos del proceso de agriculturización en el área y la retracción de la fruticultura.
Figura 1
La Cuenca Frutícola, los cambios en la estructura productiva y el avance de la sojización
Cuando se analiza un territorio, se lo hace sobre un área que no está vacía de contenidos, por el contrario su construcción responde a un proceso que no parte de cero, puesto que en ese espacio se unen a lo largo de muchos años los elementos naturales con aquellos que son producto de la actividad del hombre. De ahí que diversos autores lo comparan con un palimpsesto pues en él se reflejan las marcas que imprime la sociedad en cada momento histórico, algunas de fuerte presencia y otras casi imperceptibles (Reboratti, 2008:12-13). En el caso de la Cuenca Frutícola, desde las primeras décadas del siglo XX conforma un área de producción de cítricos y frutas de carozo (principalmente naranja de ombligo y duraznos), cuyo destino fundamental es el mercado interno, centrado en el abastecimiento de las áreas metropolitanas de Buenos Aires, Rosario y Santa Fe. En menor medida se cultivan otras frutas como arándano, higuera, kiwi y Kaki que en total representan el 4% del área implantada (INTA, 2013:2).
Cabe destacar que San Nicolás ha perdido actualmente casi por completo las plantaciones frutícolas, mientras que San Pedro continúa siendo el partido en el que se sitúa la mayor cantidad de montes frutales (reúne el 81% del área implantada en la cuenca, INTA, 2013:3), aunque como veremos más adelante, en esta última jurisdicción la superficie también está en retracción. Paralelamente se ha incrementado el área destinada a cultivos extensivos.
Estos procesos tienen su incidencia en la estructura agraria. Así vemos que la evolución del número de las explotaciones (EAPs) y la superficie agropecuaria para el total de la Cuenca disminuyen durante el período intercensal 1988-2002 en un 45% y 13% respectivamente (Censo Nacional Agropecuario, -CNA-), siendo más pronunciada la retracción en los partidos que se encuentran ubicados más al sur del área, como Baradero y Zárate. En el caso de esta última jurisdicción, el fenómeno se lo puede atribuir a los cambios en el uso del suelo agrario dado que se incrementa el crecimiento industrial y residencial, no obstante en el total del área se observa un proceso de concentración de la tierra. En este sentido cabe señalar que la superficie promedio de las explotaciones se incrementan en más del 50% durante ese lapso (Craviotti y Palacios, 2013:5)3.
Del mismo modo, los procesos de cambio señalados, influyen en el régimen de tenencia de la tierra, puesto que la superficie bajo arrendamiento y contrato accidental crece entre ambos censos agropecuarios; en el primer caso, se incrementa un 52% y, en el segundo, un 17% y disminuye un 46% la modalidad bajo aparcería. Esta situación se relaciona en forma directa con el uso del suelo agrario y principalmente con el crecimiento de los cultivos extensivos (Tabla 1). En tal sentido en el total de la Cuenca aumenta la superficie destinada a cereales para granos y oleaginosas y disminuye la ocupada para forrajeras -primera y segunda ocupación-, hortalizas y frutales, esta última en un 18%4. En las forrajeras se corresponde con un proceso de arrinconamiento de la ganadería hacia zonas marginales que se manifiesta en la región pampeana, principalmente desde la década del noventa. En el área de nuestro estudio el corrimiento se da hacia las islas del delta del Paraná.
Tabla 1
Cuenca Frutícola: Evolución intercensal de los principales grupos de cultivos
En forma conjunta con la agriculturización aumenta la superficie bajo formas mixtas de tenencia de la tierra - en propiedad y arrendamiento, y en propiedad y contrato accidental-, que pasan de reunir el 39% de la superficie en 1988 al 48% en 2002. Sin embargo, este comportamiento no data solamente de este período intercensal sino que se venía dando con anterioridad pero en forma menos acentuada. El crecimiento de este guarismo es mayor en los partidos ubicados hacia el sur de la Cuenca, quienes a su vez registran proporcionalmente el aumento más significativo de la superficie cultivada con soja (Figura 2). Este es un aspecto que permite plantear la vinculación del fenómeno con el proceso de agriculturización señalado más arriba, que avanza desde la zona agrícola núcleo, ubicada al norte de la provincia de Buenos Aires (Craviotti y Palacios, 2013:2). Así vemos que en la Cuenca la superficie cultivada con soja crece un 162% en el lapso comprendido entre las campañas 1980/81 y 2010/115
Figura 1
Evolución de la superficie sembrada con soja y frutales. Cuenca Frutícola y partido de San Pedro
Fuentes. Elaboración propia sobre la base de datos del CNA(1988 y 2002); estimaciones del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca (1977/78, 2006/7, 2009/10); Barsky (2003); datos del Ministerio de Economía de la provincia de Buenos Aires (1998); Ros y otros (2009); INTA (2010) Extraído de Craviotti y Palacios (2011).
Los datos presentados hasta aquí permiten visualizar un proceso de reorganización productiva que no es neutra en términos de la apropiación del territorio, tiene en parte su correlato en la retracción de la fruticultura, aspecto que repercute tanto en los productores como en los puestos de trabajo que genera el sector, con más razón si se tiene en cuenta que el declive de la misma se profundiza en la primera década del siglo actual.
San Pedro y el devenir de la actividad frutícola
Los inicios de la fruticultura
En San Pedro, la fruticultura con fines comerciales se remonta a finales del siglo XIX en el caso del durazno y principios del XX en el cítrico -especialmente naranja-6. Si bien el historiador Piccagli (1997:197) manifiesta que fueron los padres Franciscanos los primeros en introducir ambos cultivos, la inmigración europea fue la que ejerció un papel preponderante en la expansión de la actividad local, principalmente en manos de italianos y españoles (de la isla de Mallorca y de la región de Cataluña) quienes trajeron con ellos saberes y experiencias basadas en el trabajo y la producción frutícola y hortícola que realizaban en sus respectivos países de origen. Incorporaron a sus plantaciones variedades de yemas europeas, logrando adelantar la maduración de la producción de duraznos, lo que a su vez permitió ampliar la oferta en el mercado interno; también implementaron nuevos sistemas de poda. Además, se dedicaron al cultivo de la vid, peras y manzanas, sin embargo estas fueron desapareciendo con el correr del tiempo, debido a problemas fitosanitarios y a la falta de rentabilidad en relación a otras regiones frutícolas del país.
Simultáneamente, durante esos años, se desarrollaron cultivos extensivos como maíz, trigo, lino -hoy desaparecido en la zona-, guinea, horticultura a campo (batata, arvejas, papas, zapallo) y viveros. Así, para la segunda década del siglo pasado, San Pedro se había consolidado como área frutícola y hortícola, y su producción ya se comercializaba en los mercados concentradores de Rosario y Buenos Aires compitiendo con buenos precios. Barsky (2003:25) menciona que en el período 1914-1937 San Pedro se especializó aún más como proveedora de frutas cuando éstas se dejan de producir en los alrededores de la ciudad de Buenos Aires. De esta forma, el área se va adaptando a los requerimientos del mercado consumidor, en fuerte crecimiento a partir de la aceleración del proceso de industrialización por sustitución de importaciones que se da en Argentina en la década del cuarenta (Arroyo, 1989:118).
Los beneficios de una posición geográfica cercana a los centros de mayor demanda de alimentos garantizaron una rápida colocación y la posibilidad de obtener buenos precios (Arroyo, 1989:119), consolidando su posición como oferente de frutas en el mercado interno. Cabe destacar que la proporción destinada a industria siempre ha sido muy reducida debido a las características poco aptas para ese fin.
La expansión de la fruticultura
La actividad tuvo un crecimiento moderado luego de la segunda guerra mundial. En el caso de los cítricos, las plantaciones se vieron fuertemente afectadas por las heladas del año 1967, que significaron para algunos productores la pérdida total de las plantaciones (Pagliaricci, 2010:32-33). No obstante, en la década del setenta se recupera paulatinamente, tal es así que Piccagli (2007:429) menciona que para mediados de la misma, la firma local "Fruticultores Asociados SRL" comienza a exportar cítricos a tres países europeos, incorporándose otros productores en los primeros años de los ochenta.
Como una estrategia económica un segmento de fruticultores sumaron las dos producciones, es decir, comenzaron a cultivar conjuntamente cítricos y duraznos debido a la marcada estacionalidad del ciclo anual de cada producción y a la necesidad de contar con ingresos monetarios permanentes durante todo el año. Asimismo, combinaron variedades tempranas y tardías que permitieron prolongar el período de cosecha -desde fines de octubre hasta marzo el durazno y de mayo a septiembre la naranja- (Palacios y Craviotti 2013:5).
Desde esta década y hasta principios de los noventa los relevamientos muestran un crecimiento considerable de la superficie con frutales (Tabla 2), ello se debe especialmente a la naranja de ombligo, cuya superficie implantada creció un 57% en los últimos 5 años de este período y a la mayor rentabilidad de la misma respecto al durazno, sumado a las condiciones favorables que se presentaban para la exportación. Con menor ritmo también creció la superficie con durazno, esto como una respuesta a los elevados precios de su cotización debido a la entrada en el mercado interno durante los meses de noviembre y diciembre donde se incrementa el consumo para las fiestas de fin de año. Este crecimiento trajo consigo importantes inversiones en plantaciones, en la introducción de nuevas variedades acordes con la demanda del mercado, en la incorporación de tecnología en las quintas y modernización en las plantas de empaque de fruta, en la demanda de asesoramiento privado y en la difusión de comercios y empresas proveedoras de servicios al sector. Los últimos aspectos tienen su incidencia en el aumento indirecto de puestos de trabajo y en el crecimiento de la economía local.
Tabla 2
Partido de San Pedro. Evolución del área implantada con frutales
Cabe destacar que estos años tampoco estuvieron exentos de fenómenos climáticos adversos, que se presentan cíclicamente en el área, como el tornado de 1990 que destruyó una parte de los montes de naranja o la gran helada de 1995 que afectó ambas producciones. No obstante las crisis periódicas, el sector representaba una importante fuente de empleo, tal es así que para 1990 demandaba unos 4.520 puestos de trabajos diarios en forma directa, a los que se deben sumar los puestos generados en forma indirecta (CAPROEM, 2014).7 En este sentido, cabe destacar que mientras los cítricos requieren unos 60 jornales anuales por hectárea y el duraznos 80 jornales ha/año, la agricultura extensiva demanda 0,50 jornales por hectárea de cultivo al año (CAPROEM, 2014).
Durante este ciclo frutícola el paisaje agrario sampedrino da cuenta de cambios relacionados con su especialización productiva. Disminuye la cantidad de hectáreas con maíz y crece el cultivo de la soja (Figura 2), esto último respondiendo a un fenómeno que, como expresamos más arriba, se da en toda la Cuenca. Además, se consolida la batata como el único cultivo hortícola de importancia en la zona (Barsky, 2003:37).
La retracción de la fruticultura hacia mediado de los noventa
El atraso cambiario que se manifiesta desde el segundo quinquenio de la década de los noventa perjudica ampliamente las exportaciones, y la apertura externa permite la importación de fruta a precios competitivos respecto a la producción local; a ello se añade el incremento de los costos de producción debido a la dolarización de los insumos agropecuarios. Por otra parte, la recesión interna del país trajo consigo una baja en el consumo doméstico que no se ha revertido en años recientes debido a los cambios en las pautas de consumo de los estratos de población que están en condiciones de incorporar fruta a su dieta alimentaria (Palacios y Craviotti 2013:4).
A partir de la devaluación de la moneda argentina en 2002 y el cambio de política económica que estimuló el mercado interno se revierte parcialmente esta situación, pero con el correr de los años el desfasaje entre el aumento del costo de los insumos y la mano de obra con respecto al precio del producto, pone en cuestión la competitividad de la actividad en el área mencionada respecto a otras regiones frutícolas, como las provincias de Mendoza y Río Negro para el durazno o Entre Ríos y Corrientes para la naranja (Palacios y Craviotti, 2013:5).
Debido a la crisis del sector, los productores con problemas de rentabilidad implementaron una serie de medidas para sobrellevar la situación que se revirtieron en el menor cuidado y mantenimiento de los montes frutales. De este modo, disminuye la aplicación de fungicidas, herbicidas y de abonos y hasta de podas y raleos al año. Todos estos aspectos se ven reflejados en la menor calidad de la fruta que se obtiene.
El proceso trajo aparejado la retracción del la superficie frutícola en el espacio rural sampedrino en un 66% entre los años 1993 - 2013 (Cuadro 2). En este sentido los datos disponibles en la Cámara de Productores y Empacadores de San Pedro permiten estimar que en la actualidad existiría no más del 15% del número de unidades relevadas en 1980 (CAPROEM, 2011), siendo la caída más pronunciada en las quintas más pequeñas.
Según el último Relevamiento Frutícola de la Cuenca, realizado en 2013, la mayoría de las unidades disponen de hasta 30 hectáreas implantadas. Comparativamente, se ha incrementado la importancia de las pertenecientes al estrato que abarca de 70 a 310 hectáreas, situación que estaría indicando un proceso de concentración productiva y desplazamiento de productores. Asimismo, las quintas que están por encima de las 30 hectáreas son las que más diversifican cítricos y/o carozos con otras frutas. Por otra parte, también disminuye la mano de obra que demanda el sector. Según la CAPROEM, en el año 2006 cítricos y duraznos solo generaban 1.550 puestos de trabajos diarios directos y en 2009 alrededor de 1000.
En cuanto a la curva descendente de la superficie frutícola (Tabla 2), la disminución más acentuada se manifiesta para los cítricos, especialmente la naranja. El durazno si bien desciende, experimenta a partir del año 2010 una leve recuperación en hectáreas plantadas. En este último caso, los productores, principalmente los más grandes en escala, continúan renovando las plantaciones que van envejeciendo con nuevos cultivares, en función de la demanda del mercado interno, puesto que tiene mejores perspectivas en cuanto a precios y comercialización debido a que, como expresamos más arriba, entra en el mercado interno durante la época en que aumenta el consumo por las fiestas de fin de año, mientras que la naranja compite con la de otras regiones del país.
Durante esta etapa, el uso del suelo agrario está sujeto a un constante proceso de redefinición de las actividades. No solo presenta cambios, en cuanto a la superficie con frutales, sino que también disminuye el área hortícola y desaparecen pequeños viveros o reconvierten su producción hacia plantas forestales, ornamentales y de parques, desapareciendo de este modo casi por completo la producción de frutales con destino a la implantación y renuevo de los montes existentes. En contraposición tal como hemos visto para el total de la Cuenca, crece en San Pedro la superficie con soja (Figura 2).
Una breve caracterización de los Productores frutícolas
El sector está compuesto por un abanico de productores que abarca desde los familiares a los empresariales8. En el primer estrato distinguimos a los familiares puros y familiares empresariales, y en el segundo a los empresariales chicos, medianos y grandes. El productor familiar puro maximiza su trabajo físico y el de su familia, suele contratar jornales en momentos clave del ciclo productivo -poda y cosecha-, vende generalmente la fruta en planta y solo un tercio de los casos relevados dispone de un pequeño galpón artesanal que utiliza para acondicionar la fruta, aspecto que demuestra un bajo grado de integración vertical; predominan los que tienen hasta 30 hectáreas en propiedad. El familiar empresarial emplea entre uno y tres trabajadores permanentes, puede contratar jornales, vende en planta y/o cosechada y mayoritariamente integra en propiedad el eslabón de empaque y posee más de 30 hectáreas. En los familiares puros se observa un predominio de productores que están próximos al reemplazo, sin embargo algunos no han resuelto todavía el traspaso generacional de la unidad productiva (UP), porque no tienen hijos varones o sus herederos no prevén seguir trabajando en el monte frutal. En contraposición, los familiares empresariales relevados presentan un perfil promedio de edad algo más joven, con la particularidad que hoy muchos de ellos comparten el manejo y gestión de la UP con sus hijos (Palacios y Craviotti, 2013:5).
En línea general los productores familiares presentan una tendencia al incremento de la diversificación productiva: viveros, horticultura a campo y agricultura extensiva, principalmente soja, trigo y maíz. Eso les permite disminuir los riesgos climáticos y de mercado, bajar la incidencia de los costos fijos y desestacionalizar los ingresos prediales. El cultivo de la soja aparece en algo más de la mitad de los productores familiares entrevistados, siendo la mayor parte de ellos de tipo familiar- empresarial (Palacios y Craviotti, 2013:5).
Los productores empresariales chicos, medianos y grandes organizan el trabajo en la unidad productiva contratando solamente mano de obra asalariada. La principal característica que distingue a cada subgrupo es el grado de integración horizontal a la cadena: mientras que los primeros no cuentan con galpón de empaque, todos los medianos y los empresariales grandes disponen de uno. Los últimos, además, emplean un número elevado de personal asalariado (permanentes, permanentes discontinuos y jornales) y tienen acreditados los establecimientos para exportación, asimismo compran fruta a productores locales y extralocales y algunos prestan servicios de empaque para exportación. En cuanto a la diversificación, un tercio de los productores empresariales incluye soja en su esquema productivo y las tres cuartas parte diversifica con otras producciones, principalmente viveros.
La mirada de los actores sobre los procesos
A partir de los relatos de los distintos actores sociales y especialmente de los productores, se pueden distinguir varias lecturas sobre la percepción de la situación actual de los fruticultores y las respectivas explicaciones acerca de los cambios en la estructura productiva y la retracción de la actividad frutícola local. Si bien por tratarse de actores sociales siempre se hace factible encontrar matices, en los casos relevados las respuestas se articulan a través de tres ejes argumentales que permiten organizar las miradas en torno a la problemática en cuestión. Cabe destacar que, a su vez, estos ejes no se excluyen unos a otros, sino que por el contrario, se concatenan ente sí en un eslabonamiento sucesivo de causas y consecuencias.
El primer eje argumental está relacionado con distintos factores climáticos adversos que se presentan cíclicamente en el área - granizadas y heladas tardías, tornados como el del año 1990, lluvias excesivas o períodos de sequías-, cuyas consecuencias se hacen sentir a corto y largo plazo. Estas condiciones afectan tanto el sabor como el tamaño y aspecto de la fruta que se obtiene e inciden directamente en el destino -en fresco y/o industria; mercado interno o exportación-, en el precio de comercialización y en la liquidez monetaria de los productores para afrontar la campaña del año siguiente si no han podido cubrir los costos de producción:
Fueron más que nada factores climáticos, porque cuando no fue La Niña fue El Niño, las heladas, piedras, tornado en el 90. De ahí es como que siempre laburamos...Laburo más ahora con 60, 61 años que cuando y tenía 30 y pico de años. El doble más. (...) Todo te llevó a restringirte, y a hacerlo a base a esfuerzo y resulta que no te sirve (Entrevista, productor familiar empresarial con 44 hectáreas de monte frutal, diversifica con batata, año 2012).
Tres años seguidos, que cayó piedra e hizo un desastre. (.) hubo un año que le sacó la corteza a la planta, y se veían los carozos de los duraznos (...) Y no veo la hora de verdad de que se termine eso, porque no sirve (...) Lo que sé es que no es rentable.-- llegó a tener 20.000 plantas de duraznos, tuvo que arrancar la mayoría y no replantó (Entrevista productor familiar puro, con 6 hectáreas de durazno, diversifica con horticultura a campo, año 2012).
Además el problema nuestro es que se ha puesto muy, muy frío. Caen 4, 5 heladas de varios grados bajo cero y se arruina todo. Por eso es que mermó la exportación (.) Nos ha pasado todo (.) entonces hay mucha gente que se libera de todo, arranca y. siembra soja con una persona. Ahora, seguís sojalizando (Entrevista productor familiar empresarial con 40 hectáreas de frutales, año 2012 y 2013)
Las condiciones climáticas adversas y cíclicas constituyen la fuerza estructurante de los testimonios. En ellos se observa un sentimiento de vulnerabilidad y desesperanza que parece estar arraigado en el colectivo de los productores. La falta de rentabilidad les impide renovar las plantaciones afectadas total o parcialmente y realizar las tareas pertinentes para el buen mantenimiento del monte, aspectos que más tarde se ven reflejados en la menor calidad de la fruta. Ante esta situación, justifican que muchos abandonen la actividad y opten por diversificar con otras producciones o directamente por el traspaso a la agricultura extensiva, puesto que esta última demanda menos cuidado que el monte frutal y no está tan expuesta a las contingencias climáticas. No obstante, cabe acotar que una limitante para dedicarse a los cereales u oleaginosas está en el tamaño reducido de las parcelas.
El segundo de los argumentos -en el que más se enfatiza-, se focaliza en los problemas de rentabilidad de la actividad, sin embargo como hemos visto esto también se relaciona con el eje anterior. Los actores que esgrimen esta visión acuerdan con la idea de que el aumento en los costos de mano de obra es uno de los factores más preocupantes respecto a la disminución de la rentabilidad de la actividad, principalmente si se compara con la agricultura extensiva, menos demandante de mano de obra y a su vez menos permeable a los cambios climáticos. A ello se suma el incremento del precio de los insumos:
Por qué se están arrancando? porque se pierde plata, algunos les parece que se arranca por capricho, pero no es por capricho, es por falta de rentabilidad. Sino nadie te sacaría los montes. Por eso no hay un entusiasmo para volver a plantar montes porque se ve una problemática oscura de acá para adelante (.) cuando un productor ya sale fuera del sistema con los montes es difícil, imposible volver a plantar y manejar todo porque necesitas años para producir y mucha plata (Entrevista, productor familiar empresarial con 60 hectáreas de frutales y diversifica con soja, año 2013).
Los costos de mano de obra son un infierno para nosotros (.) Imaginate que nosotros hace 3 años pagábamos 15 dólares de bolsillo, un jornalero de cosecha de fruta, de durazno, y hoy nos cuesta 43 dólares, en 3 años es un disparate lo que aumentó el costo (...).. Y así es en el combustible, así es en los agroquímicos y todo (.). No, no ganamos dinero. no se gana, es para subsistir (Entrevista productor empresarial mediano, maneja con dos hermanos 130 hectáreas de frutales, diversifica con viveros y horticultura a campo).
Los gastos son terroríficos (... ) hace quince, veinte años atrás, se llegaba a vender el monte con la flor (.) Y ahora llega el momento que está el durazno ya para arrancar y no se sabe a quién vendérselo. Cambió. (.) había como quince firmas pero grandiosas. (.) Sin embargo se fundieron todas también. Y no se va a fundir uno, que es chiquito (Entrevista, productor familiar puro, 6 hectáreas con frutales, diversifica con horticultura a campo, año 2012).
Desde la perspectiva de estos actores ambos indicadores, mano de obra e insumos, inciden en forma directa en el desplazamiento de los productores hacia la agricultura extensiva -principalmente soja-. Los argumentos rememoran un pasado en el que, debido a la cantidad de compradores, se podía vender la producción cuando la fruta todavía estaba en la planta. Asimismo, manifiestan que la falta de rentabilidad alcanza a todo el abanico de productores, incluyendo tanto a los familiares como a los empresariales de distinta escala. También aluden a la problemática que se presenta cuando se toma la decisión de levantar el monte en virtud de los años que demanda ponerlo en producción nuevamente, además de las inversiones que ello implica.
El proceso, a su vez, muestra otra cara negativa que no afecta a los productores en forma directa pero que tiene sus implicancias en el mercado laboral sampedrino debido a la disminución de la mano de obra que demanda el sector respecto a décadas anteriores.
El tercer eje argumental apunta a la disminución de la competitividad de la fruticultura local, siendo la naranja la que presenta la situación más desventajosa debido a la marcada estacionalidad de su producción:
Con la naranja lo que está pasando que hoy por hoy la zona del litoral cubre el 90% de la temporada de la naranja. Vos tenés el litoral que manda fruta cítrica los 12 meses del año. Para el productor es difícil meterse en los mercados cuando el tiempo de campaña es muy corto en un lugar y no en el otro, porque no es fácil generar una credibilidad en una marca o en un tipo de mercadería por tan poco tiempo a lo largo del año. A mí como puestero me interesa tener alguien que me mantenga el puesto con fruta por más tiempo (.) una naranja de jugo en el litoral abarca once meses, por no decir los 12 meses del año, entonces es muy difícil para San Pedro meterse y hacerse un lugarcito entre junio y agosto, septiembre, meterse en el mercado y salir y volver a entrar en el año siguiente después de doce meses. El productor si tiene algún tipo de plantación o actividad que le va a generar 12 meses de ingresos es muy difícil que se ponga a producir una producción que le va a generar ingresos solo durante dos meses como la naranja (Entrevista, puestero, Mercado Regional de La Plata, año 2013)
Pero que pasó, con los años crecieron mucho las producciones regionales (...), en el tema del durazno crecieron Mendoza, Río Negro, Jujuy y entonces se fueron comiendo la producción de San Pedro, superando la oferta de calidades de variedades, de enfriamiento y eso ayudó a que San Pedro fuera disminuyendo. Y después San Pedro se fue dedicando a soja, turismo y fue abandonando la fruticultura (Entrevista, puestero, Mercado Regional de La Plata, año 2014).
La cítrica está ahogada (.) Le busques la vuelta que le busques, no resiste, y nosotros veníamos zafando, los últimos dos, tres años, con las exportaciones. Pero hoy en día, con un dólar. parado como está, la exportación no sirve (Entrevista, productor familiar empresarial, maneja 60 ha de frutales y diversifica con trigo y soja).
En el primer testimonio surge como un factor de peso las ventajas comparativas de los productores de cítricos dulces de otras regiones del país - Entre Ríos y Corrientes- respecto al noreste bonaerense. En este sentido argumentan que en esas provincias las mejores condiciones climáticas, los costos de producción relativamente más bajos y la desestacionalización de la actividad, permite abastecer el mercado interno durante todo el año. En contraposición, la marcada estacionalidad de la naranja de San Pedro constituye un factor que juega en contra en tanto no admite prolongar su presencia más que tres meses en los mercados de distribución mayoristas de productos en fresco del país. En el caso del durazno, provincias como Mendoza y Río Negro, a pesar de la distancia, aumentaron su competitividad y Jujuy se ve favorecida porque entra en la ventana de comercialización un mes antes que San Pedro. Es decir que el factor cercanía al Área Metropolitana de Buenos Aires, que en otras épocas constituía un plus para la cuenca, hoy se diluye ante la competencia sostenida de otras regiones. Por otra parte, a pesar de que en el caso de la naranja una porción de los productores consideran que la única salida consiste en preparar para exportación, no representa una vía potable para aquellos que tienen problemas de financiación, puesto que demanda mayores gastos que no están en condiciones de afrontar debido a lo expuesto más arriba. A ello se suma una relación peso - dólar que, según los testimonios, no resulta conveniente.
No obstante las distintas lecturas que dan cuenta de las causas y consecuencias del retroceso de la fruticultura en todo el área de la cuenca y del repliegue de los productores hacia otros cultivos o actividades, cabe señalar que también los fruticultores buscan implementar distintas estrategias de persistencia relacionadas con la diversificación productiva y comercial para permanecer en la actividad.
A modo de cierre
Al inicio del trabajo hemos planteado que en el contexto de los procesos de reestructuración económica que afectaron a la Argentina a partir de los años noventa, los espacios rurales experimentaron cambios que incidieron en su configuración territorial actual. La Cuenca Frutícola del noreste bonaerense, con epicentro en el partido de San Pedro, constituye un ejemplo a escala micro del devenir de esos acontecimientos debido a que también está permeada por la influencia de procesos multiescalares. Desde este punto de vista, consideramos que los estudios de caso, como el que hemos presentado, constituyen un aporte debido a que ayudan a la comprensión de lo que sucede en otras áreas del país afectadas por fenómenos similares.
En el espacio analizado se reconocen distintas realidades que a su vez responden a diferentes lógicas de apropiación del territorio. Como hemos visto, en las últimas décadas creció un modelo basado en la agricultura extensiva, principalmente impulsado por el aumento de la superficie cubierta con soja. Esta avanzó espacialmente, por un lado desplazando a otras oleaginosas y forrajeras, y por otro sobre parcelas ocupadas tradicionalmente con montes frutales, a pesar de que la escasa superficie de las mismas puede llegar a constituir una limitante para su cultivo. Las condiciones de producción relativamente sencillas de la soja, una mejor resistencia a los fenómenos climáticos adversos y la menor demanda de mano de obra actuaron como factores disparadores para que ese proceso se llevara a cabo.
En forma paralela asistimos a la retracción de la superficie implantada con montes frutales. Comparativamente estos siempre ocuparon un área menor que la agricultura extensiva, no obstante imprimieron marcas en el espacio local. En este sentido los lugareños consideran que la fruticultura ha sido la actividad que más contribuyó en la definición de la identidad del agro sampedrino. Pesaron factores intrínsecos relacionados con la fundación de las colonias agrícolas, el desarrollo de la agricultura familiar y la llegada de familias mallorquinas e italianas en la primera mitad del siglo XX, que se dedicaron a la plantaciones de naranjas y/o duraznos, la trasmisión de saberes de generación en generación, la intensidad en el uso de la tierra, del capital y del trabajo en una actividad que demanda muchos años hasta entrar en producción. Todos estos aspectos son enunciados con cierta añoranza por los actores locales ante una realidad en la que se percibe el avance de otras lógicas productivas con sus improntas en el territorio.
De los testimonios recogidos emergen aspectos clave que contribuyen a responder los interrogantes planteados al inicio del trabajo. Señalan que una sumatoria de factores intrínsecos a la actividad -adversidades climáticas, falta de rentabilidad y de competitividad-, concatenados entre sí en un eslabonamiento de causas y consecuencias, aceleraron la involución de la superficie con frutales, afectando a todos los productores sin distinción de escala. Especialmente ha incidido en los citricultores debido a que la naranja de la zona, dada su situación actual, no está en condiciones de competir con la que proviene de Entre Ríos y Corrientes.
En este devenir también hay que tener en cuenta que el proceso de expansión sojera trajo consigo problemáticas que incidieron, directa e indirectamente, en los productores frutícolas, entre ellas la aparición de los pooles de siembra, el crecimiento de la superficie bajo arrendamiento y contrato accidental y el incremento del precio de la tierra debido al aumento de la demanda. Este último es un aspecto que constituye una limitante para los productores con problemas de rentabilidad, puesto que esto les dificulta encontrar tierras disponibles para ampliar la superficie con montes frutales. En las oportunidades de acceso a la tierra de unos productores respecto a otros y a la financiación de una producción que exige muchos años de capital inmovilizado es donde justamente se ponen de manifiesto las relaciones de poder desigual.
No obstante todo ello, la diversificación con otras producciones extensivas que permita a los fruticultores sumar ingresos prediales para permanecer en la actividad es una estrategia que está presente en el área. En este sentido, cuando presentamos la tipología de productores frutícolas, hemos visto que una parte significativa de ellos, más allá de la escala, diversifican con soja tanto sobre tierras propias como arrendadas; es decir que buscan alternativas de persistencia.
Ante la situación planteada en el sector, surge la necesidad de implementar un paquete de medidas por parte del Estado, para revertir el proceso que se ha desatado en el área en los últimos veinte años y profundizado en la actualidad.
Notas
1 El área está conformada por los partidos de Zárate, Baradero, San Pedro, Ramallo y San Nicolás.
2 Las entrevistas se realizaron en forma conjunta con la Dra. Clara Craviotti y forman parte de la investigación realizada en el marco del Proyecto PICT 1025, financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de Argentina.
3 Teniendo en cuenta el tipo jurídico de productor predomina la persona física, le sigue la Sociedad Anónima, la Sociedad de Hecho y por último otros tipos de Sociedades (Accidental, de Responsabilidad Limitada y en Comandita por Acciones (CNA 2002).
4 La superficie implantada con cereales aumentó un 26% y la de oleaginosas un 18%. Asimismo durante ese período intercensal creció la superficie destinada a legumbres -principalmente en Ramallo- y bajó la destinada a aromáticas, medicinales y condimentarias, flores de corte y bosques y montes (CNA, 1988 y 2002).
5 Datos basados en estimaciones del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación de la Nación, años 1980/81 y 2010/2011.
6 Según Piccagli (1997:199 y 2007:489), ya en 1885 la fruticultura se hallaba en pleno desarrollo en San Pedro.
7 En 1991 la población del partido alcanza los 48.851 habitantes (Censo Nacional de Población y Vivienda, 1991).
8 Tipología construida con la Dra. Clara Craviotti a través de los resultados de las entrevistas realizadas.
Bibliografía
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Haesbaert, Rogério. O mito da desterritorializção: do "fim dos territorios" á multiterritorialidade. 3er ed. Río de Janeiro, Bertrand Brasil, 2007.
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Palacios, Paula y Craviotti, Clara. "Dinámicas de los territorios pampeanos: Producción frutícola y modalidades de articulación entre productores y empacadores en el noreste bonaerense" en VIII Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios Agroindustriales, Bs As, Facultad de Ciencias Económicas, 2013.
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Otras Fuentes
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Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria San Pedro (INTA-SP), distintos informes, años: 2002, 2006, 2013.
Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Estimaciones agrícolas 1977/78, 1989/81; 1987/88, 2006/7 a 2010/11.
Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires (1998) El Sector Frutihortícola Bonaerense, Cuadernos de Economía N°36.
Cámara de Productores y Empacadores de San Pedro (CAPROEM) La fruticultura en el Noreste de la Provincia de Buenos Aires. Propuestas para detener su involución y contribuir a su revalorización y fortalecimiento [Disponible en internet] www. caproem.com, consultado el día 30/ 04 de 2014.
*El trabajo se inscribe en el proyecto N° 11/A252 "Nuevas dinámicas en las relaciones entre la actividad agropecuaria y el territorio en Argentina". Período 2014-2017. Laboratorio AGRITERRIS, sede La Plata, Departamento de Desarrollo Rural, Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales, Universidad Nacional de La Plata (FCAyF-UNLP). Programa de Incentivos a la Docencia e Investigación. Secretaría de Ciencia y Técnica, Universidad Nacional de La Plata.
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