Girini, Liliana.
LA REVOLUCIÓN VITIVINICOLA 1885-1910. Las transformaciones en el territorio, el paisaje y la arquitectura. Mendoza, Mendoza Idearium, Fondo de Cultura de Mendoza, 2014, 255 p. ISBN 9789506240752
RIVAR Vol 2, número 5, ISSN 0719-4994, IDEA-USACH, Santiago de Chile, mayo 2015: pp.279-282
Reseña
Luis Vicente Elías Pastor*
*Filósofo y Antropólogo. Email: eliaspastor.luisvicente@gmail.com
El libro comienza con dos prólogos cuyos autores firmantes nos garantizan la orientación del libro y la metodología empleada.
Si Mendoza tiene un lugar importante en el mundo del vino, a esto se ha de añadir la importancia de una escuela de investigación sobre temas vinculados a la cultura de la vid y del vino, que vuelve a ser un referente mundial.
Esta unión entre producto e investigación se resume en unas palabras sobre la necesidad de esta obra que hace Eliana Bórmida, "por poner en valor a la vez que el vino, sus paisajes y su arquitectura".
La obra de Liliana, para nosotros, tiene la virtud de que desde la mirada de la arquitectura ha implicado el método histórico y da una visión global, que es la que ofrece al lector la visión del producto vino como algo inmerso en la sociedad mendocina de finales del siglo XIX.
El libro propone una visión diacrónica de la transformación que sufre un territorio a través de la consolidación de un producto agrícola, y cómo este influye en la urbanización y en el desarrollo de una región.
A la vez hay una intencionalidad documental, ya que la autora trata de identificar los valores del Patrimonio Arquitectónico, Paisajístico y Documental vinculado a la actividad agraria y transformadora.
El propio título nos plantea que la revolución vitivinícola, que se produce en el periodo que estudia la autora, genera una verdadera "revolución compleja" en la que es necesario el capital humano de la emigración, el fondo financiero de los empresarios y el medio de transporte imprescindible para comercializar el producto.
A estos elementos objetivos, para poder determinar la época en el primer capítulo de la obra, ha añadido la autora la estabilidad económica generada por el fin de la guerra, y una combinación de factores agrarios y ganaderos unidos a la aparición de nuevos inventos y de modernas técnicas para el cultivo de variedades foráneas.
A este cambio agrario del pastizal al regadío, contribuye una burguesía industrial, que toma el vino como una nueva forma de inversión, una vez que ya se ha consolidado la obra de Cipolletti para regar un amplio territorio.
Todo este conjunto necesitaba de personas formadas, técnicos instruidos y mano de obra preparada. En unos casos la emigración aportó ese personal, y en otros, a través de los nuevos centros de educación se fueron formando los estudiantes, desde la Quinta Normal en 1853, hasta la Universidad Nacional de Cuyo, fundada en 1939.
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Todos estos condicionantes generan lo que la autora llama "el cluster del vino de Mendoza", y es interesante observar como estos variopintos condicionantes generan un paisaje de viña y de vino.
Para llevar a cabo este revolucionario proyecto se necesitan mentes preclaras y sobre todo decididas. La autora contrapone a los criollos y a los emigrantes a la hora de sacar adelante estos emprendimientos.
Por lo tanto, el estudio biográfico de esos visionarios del vino le da al trabajo un extraordinario valor. El apartado de la relación entre los bodegueros y el poder político, y su pertenencia a organizaciones empresariales y gremiales nos refleja cómo estos advenedizos, hijos de la emigración, ocupan desde temprana edad un papel esencial en la vida económica y social de Mendoza.
Su poder económico les lleva también a crear infraestructuras sociales como iglesias y hospitales, y generan una tipología arquitectónica también en sus propias residencias.
El capítulo tercero se centra en las razones materiales y sociales de ese fenómeno revolucionario que transforma la sociedad y el territorio. Diríamos que es el análisis de las circunstancias de esa profunda modificación, que parte desde alteraciones en el medio físico a través del regadío o las vías de comunicación, y continuando con el poblamiento a los lados de un novedoso medio como era el ferrocarril.
El análisis de los censos nos aporta los datos objetivos de ese crecimiento, necesarios en un estudio histórico, con una excelente información estadística.
El empleo y análisis de la cartografía comparando los diferentes planos de 1761 y los posteriores de 1896 y 1920, son apoyo muy valioso a los datos numéricos. Lo mismo podemos decir de la importante colección fotográfica que aporta la autora, emplazada en los lugares adecuados del texto como complemento esencial.
Al final del libro se adjunta una interesante documentación estadística, así como un importante conjunto de material gráfico.
En esta información hace especial hincapié en la participación de las bodegas en el proceso urbanístico, con la fragmentación de sus terrenos para construir viviendas para sus propios empleados, exponiendo el fenómeno de Maipú y Gutiérrez.
Es interesante leer que se llega a la revolución del paisaje a partir de diversos condicionantes sociales, económicos, laborales y culturales. El paisaje, por lo tanto, es fruto de un conjunto de actividades.
La autora analiza diferentes definiciones de paisaje, pero nos quedamos con la de la suma de las influencias que metodológicamente ella va estudiando: "como producto social resultado de una transformación colectiva de la naturaleza y proyección cultural de una sociedad".
Considera el paisaje como un fruto diacrónico, por lo que comienza describiendo el de la época colonial y postcolonial para llegar al del siglo XX.
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En un bien informado capítulo nos describe el paisaje del viñedo como fruto del trabajo, de las influencias externas, de la propiedad, las reparticiones o las protecciones contra el viento; todo influye en esa visión holística que del paisaje nos pretende ofrecer.
De los planteamientos teóricos, la autora desciende a cada uno de los espacios en los que se va consolidando ese revolucionario espacio de producción que tanto ha influido en el desarrollo de la ciudad. Analiza las bodegas en sus barrios y la influencia de estas en el crecimiento de Godoy Cruz y de sus alrededores.
No solamente nos describe y analiza la bodega como espacio de producción, sino las edificaciones residenciales, tanto de los empleados como de los propietarios y otras construcciones institucionales, matizando entre lo que ella define como paisaje rural y paisaje urbano, y cómo de ellas surgen "las líneas estructurantes" del territorio que se observan hasta nuestros días en muchas zonas de la ciudad, pequeños fragmentos de ellas.
Es interesante el capítulo dedicado a la arquitectura doméstica, ya que hace un análisis social y laboral a través del estudio de las diferentes tipologías habitacionales.
Posteriormente, dedica una capítulo a analizar los procesos de vinificación y como estos, que son meramente industriales, han generado en cada época una tipología edificatoria diferente y evolutiva.
Esta descripción, bien documentada, tiene ese carácter de inventario, que también el estudio posee, incluyendo los equipamientos de útiles y máquinas.
Dedicada un capítulo a describir la bodega moderna, como el fruto técnico de esa revolución, que tiene como eje toda la obra. Describe la relación entre esa industria y su entorno, sus construcciones anexas, el patio y el resto de edificaciones, siempre dentro de una tipología funcional adecuada a la producción rentable y muy razonada en la división y separación de los espacios, hasta llegar a la zona de comercialización.
Y todo el conjunto condicionado por las condiciones higrotérmicas tan necesarias para la elaboración moderna de los vinos. Y a su vez, estas modifican y generan tipologías arquitectónicas de interés.
El estudio arquitectónico de los edificios con sus estructuras portantes, cerramientos y decoraciones, son la parte que denota la excelente formación de la investigadora, y que le da a la obra ese carácter documental, como de un perfecto inventario de las construcciones vinculadas al vino en la época estudiada, pero además perfectamente documentadas en su ámbito social, y en muchos casos expuesta a través de la excelente colección fotográfica que presenta.
Este conjunto genera una tipología formal, que la autora dice que se basa en el lenguaje arquitectónico del Centenario, en esa última época analizada, con sus diferentes influencias, que estudió magníficamente.
El libro, por lo tanto, es una obra imprescindible para el conocimiento de la arquitectura de la época estudiada, pero que a su vez ha influido en el desarrollo urbano de la ciudad.
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En el epílogo deja clara que la situación actual vitivinícola mendocina es el fruto de todo el proceso que ella analiza a través de esos ejemplos, y otorga el calificativo de identidad a ese conjunto de manifestaciones que se han generado a lo largo del tiempo, y alrededor de esa actividad, que los mendocinos consideran como propias.
La unión de dos métodos de análisis citados, uno basado en las fuentes históricas, estadísticas y archivística que le da un importante valor como trabajo humanístico, y la visión de la obra desde la mirada de la arquitecta, aporta a la abundante bibliografía nuevas interpretaciones que la hacen imprescindible para el estudio de la cultura de la vid y del vino de la zona de Mendoza.
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